El primer trompetazo termina abruptamente con el silencio de la madrugada. Apostados sobre la banqueta, bajo la luz amarillenta de las lámparas urbanas, los mariachis sirven de enlace entre el enamorado y su prometida.
Los vecinos también vibran, ¿quién puede sustraerse de la irresistible emoción de la canción ranchera? Constructor de esa atmósfera única sin ni siquiera haber estudiado música, José Alfredo Jiménez empezó a componer desde temprana edad y cantó sus primeros temas en bares de mala muerte, previa escala en las filas del equipo de futbol Marte.
El inspirado guanajuatense, que vivió menos de 50 años, transmitió al pueblo sensaciones amorosas y machistas, flageladoras y dolientes.