Tiempo de pedir cuentas por migración forzada

La caravana de migrantes centroamericanos contra la que arremetió Trump la semana pasada llegó finalmente a la Ciudad de México igual que hace 10 años: destartalada. Hombres, niños y mujeres desdentados, los sueños rotos como los pantalones y las sandalias, desvelados, llorosos por las pérdidas y desatenciones de embajadores y presidentes. Para qué iban a abrir la boca los líderes hondureños, guatemaltecos y salvadoreños si, al final de cuentas, fueron los desarrapados, y el gobierno de México por estrategia política, el blanco de ataques del hombre más poderoso del mundo aunque ni éste ni sus pares han podido controlar a las pandillas en el Triángulo del Norte ni con la inyección anual de millones de dólares desde Washington. Las razones de que el 1% de la población de esos países que representan los pandilleros tenga sometido al 99% restante tiene causas predominantes muy claras, según ha documentado la ONG Insight Crime: la corrupción, la ausencia de atención a la infancia y la impunidad. Tres responsabilidades de Estado sobre las que nadie resulta responsable ni en esta ni en ninguna crisis migratoria internacional porque siempre es más fácil recurrir al discurso de la compasión, recordar a los 6 mil millones de indocumentados sometidos a trabajos forzados o ser políticamente correcto y lanzar loas en eventos de Derechos Humanos con redundancias del envío de hasta 600 mil millones de dólares en remesas. O culpar a los mareros como si estos fueran una entidad independiente y no una de las  responsabilidades para las que fueron electos los Ejecutivos como el presidente hondureño Juan Hernández quien dijo en un evento del Centro Nacional de Académicos Woodrow Wilson que el 80% de la violencia en su país es a causa de los malandrines de M13 y Barrio 18. Uno de los pocos dirigentes que cambió el foco de la retórica y apuntó a los líderes de países como los más impolutos del fenómeno migratorio fue el ex secretario General de la ON,  Ban Ki Moon. “Nunca se les pide cuentas’’, dijo poco antes de dejar el cargo en que permaneció de 2007 al 2016 en una de sus declaraciones que reforzaron su fama de ser el dirigente menos simpático en la historia de la ONU. Este año será clave para que se revierta la tendencia con el primer Pacto Mundial sobre la Migración que se realizará en México, una oportunidad de oro para corregir esta falta de sanciones a los dirigentes tanto de países expulsores como receptores que por negligencia, manipulación, desidia, corrupción e impunidad provoquen crisis migratorias. Será la primera vez que se llegue a un acuerdo intergubernamental negociado bajo el auspicio de las Naciones Unidas para reconocer el trabajo que hacen los migrantes, darles mayores protección y  fortalecer los Estados de Derecho en los malos sistemas que provocan la migración forzada  a ver si así dejan de culpar a quienes no tienen ni donde caerse muertos, como cruzan el Mediterráneo los que se suben clandestinos a los trenes de carga.                                                                  *Periodista