En las discusiones y percepciones habituales sobre el mundo árabe, el papel de la resistencia civil no violenta en desafiar la tiranía de gobiernos suele pasarse por alto.
Desde el 30 de marzo, la población de la Franja de Gaza se embarcó en la "Gran Marcha del Retorno". Miles de personas caminaron metros de distancia de la valla eléctrica que ha mantenido encerrados a 2 millones de personas durante más de una década. Planearon sentarse allí hasta el día de Nakba, el 15 de mayo. Ese día marca el 70 aniversario de la “catástrofe”, cuando los manifestantes, sus padres o sus abuelos huyeron de sus hogares con la creación del Estado de Israel, en 1948.
El 30 de marzo también se conmemoró el Día de la Tierra: en 1976, los soldados de Israel abrieron fuego contra palestinos mientras protestaban por la expropiación de sus tierras. Otro ímpetu para esta marcha es el plan de EU de trasladar su embajada a Jerusalén el 15 de mayo, legitimando su anexión ilegal por parte de Israel, y el mayor impulsor es la tragedia que para los habitantes de la Franja ha traído el bloqueo israelí-egipcio.
Los habitantes de Gaza viven en 365 km2 de territorio (la densidad demográfica es perturbadora: 4110 habitantes por km2). Más de 70% son refugiados, y 80% depende de la ayuda humanitaria. Desde 2007 son víctimas de bloqueos de Israel y Egipto (también de la Autoridad Palestina) que dificultan el suministro de agua potable y electricidad.
La marcha ha sido pacífica, pero Israel colocó francotiradores con munición real detrás de la seguridad de una de las cercas más securitizadas del mundo (las industrias de alta tecnología israelí han hecho ahí su agosto; y ya operan en Arizona en colaboración con la política de EU en la frontera mexicana). Mil palestinos resultaron heridos y 20 muertos. El ministro de Defensa israelí, Avigdor Lieberman, dijo que no hay inocentes en Gaza. Castigar a todo un pueblo por los actos de Hamás habla de la corrupción moral de un gobierno y su sociedad.
Los pronunciamientos de gobiernos y analistas que deploran la muerte de niños palestinos asumiendo siempre que se trata sólo de daños colaterales, o que critican las divisiones de los palestinos y les sugieren lidiar “mejor” con esa vida (o sea, sin recurrir a las armas, aunque no tengan precisión milimétrica como los misiles israelíes) se relacionan con la realidad de manera muy cuestionable. Nunca las concesiones de Mahmud Abbas o, antes de él, las de Yasser Arafat (hasta su muerte) evitaron la humillación y el infortunio palestino por cientos de check-points, asentamientos ilegales, violencia y racismo de judíos fundamentalistas y bombardeos aéreos.
En lugar de protestar pacíficamente por las condiciones inhumanas a las que están reducidos, se espera que los palestinos mantengan la “calma” en el frente sur de Israel.
La marcha de los residentes de Gaza hace reflexionar sobre el poder de la desobediencia civil para afirmar derechos individuales frente a la opresión y cuestionar el delirio israelí de que “no hay nadie con quién hablar del otro lado”. También es un recordatorio de que las injusticias cometidas en 1948 seguirán motivando la lucha por la libertad e igualdad de millones de palestinos.
*Investigadora de El Colmex