La posibilidad de que la "Cumbre de Las Américas" en Lima sirva como marco para el anuncio de un acuerdo-marco en la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) pone de relieve la contradicción entre el estilo y las necesidades del presidente Donald Trump.
Algunos piensan que todo el escándalo alrededor del problema migratorio y las fronteras fue parte del estilo de un mandatario que se considera como un maestro de la negociación: mantener presión sobre México a cambio de concesiones en el TLCAN. Pero el tema era sobre todo de política doméstica: por un lado, Trump enfrentaba duras críticas desde su derecha, no sólo por haber accedido a un presupuesto deficitario, sino presuntamente lleno de concesiones a causas demócratas y sin haber logrado fondos para su propia reforma migratoria.
Ciertamente la repentina erupción antimigratoria en los tweets de Trump, causados supuestamente por una caravana de centroamericanos hacia la frontera, cuadra en el estilo del voluble mandatario, como sus pasos posteriores: antes que cambiar de opinión y dejarlo desvanecerse, redobló la apuesta y decidió enviar militares a la frontera –sin tener una idea exacta de lo que hacía–.
Puede ser la reacción de un personaje que vive pendiente de lo que sus amigos y seguidores piensan de él, y una forma de dar al menos una satisfacción a la base de votantes que lo sigue y cuya lealtad espera mantener.
Trump nunca acepta errores y siempre busca la forma de proclamarlos como triunfos, al menos mientras se olvidan o llega la siguiente crisis, que en el caso de su gobierno puede ser en cuestión de días si es que no de horas.
Sabe que en el caso del TLCAN, mantenerlo es una prioridad para sus dos socios y vecinos, Canadá y México, que por simple cercanía y por integración con la economía estadounidense están obligados a tratar de mantener una buena relación a pesar de irritaciones y molestias.
En ese marco, el irritante anuncio del inicio de la construcción de un muro en la zona de Santa Teresa, Nuevo México, debería causar más bien pena ajena por los constructores de una barda inútil en medio de ningún lado.
Más importante, la decisión estadounidense de plantear tarifas a las importaciones chinas y arriesgar una guerra comercial con un competidor creciente a escala mundial les obliga también a cerrar frentes y fortalecer alianzas.
Trump desearía anunciar un acuerdo-marco alrededor del TLCAN este fin de semana en Lima. Después de todo, quiere mantener la influencia política y comercial de EU en una región donde se da la competencia económica china.
El problema para Trump y su equipo es cómo presentar a EU como un socio confiable cuando él mismo hostiga a sus principales asociados económicos y desestabiliza sus propios mercados financieros. Peor aún, China ya tiene importantes intereses comerciales y de inversión en América Latina, donde pese a sus indudables pecados se presenta como una alternativa válida respecto a EU. Al menos con mucho menos condiciones.