En esta columna quiero compartir lo que se vivió muy adentro en los premios de la Academia. La semana pasada hablaba sobre el éxito que han tenido los mexicanos en la historia del Oscar, muy específicamente los que me ha tocado ver pasar en siete años por la alfombra roja, de los cuales, cuatro han bajado de esas enormes escalinatas del Teatro Dolby con sus estatuillas doradas en las manos, el último, mi favorito, Guillermo del Toro.
Es indescriptible ese sentimiento de presenciar tan de cerquita el éxito de un hombre al que he admirado desde hace mucho tiempo. La fidelidad que le ha tenido al género y sus monstruos es de admirarse. Creo que eso por fin tuvo una recompensa con los dos oscares que el mexicano recibió en esta edición 90. Pocos contadores de historias pueden convertir el horror en una historia tan bella como lo hizo Guillermo del Toro con La Forma del Agua. Le aplaudo a la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood que hayan abierto esas mentecillas cerradas y que le hicieran justicia a una gran película, que va más allá de un género.
Este fue mi séptimo año de transmisión y cobertura de los premios Oscar para TV Azteca, y previo a la ceremonia he tenido la fortuna, junto con Esteban Macías, de platicar en la alfombra roja con grandes figuras del mundo del cine, pero este año sin duda fue el más especial. Ese lugar se convirtió en toda una fiesta mexicana con la presencia de Eugenio Derbez, su esposa Alessandra Rosaldo; Gael García Bernal, quien compartió escenario con Natalia Lafourcade; Salma Hayek, quien ya es clienta frecuente de ésta y cada una de las entregas de premios; el recién ganador del Oscar, Alejandro González Iñárritu, y claro, la controvertida Eiza González quien acaparó las miradas del mundo con ese vestido amarillo que, por lo menos en persona, la hacía ver espectacular. Todo el mundo volteó a verla. ¡Impresionante!
Pero sin duda lo más divertido de este gran evento se vive durante la ceremonia, a los pies del Teatro Dolby, una posición muy privilegiada que se me asigna para enlazarme con el resto de mis compañeros y en donde se encuentran menos de 10 medios de algunos países, como Japón, Inglaterra, Francia, Estados Unidos, Italia, y por supuesto México. Este año tuve la fortuna de compartir con mi compañero y amigo El Capi Pérez, y ahí todos estos medios internacionales festejaron con nosotros el triunfo de Guillermo del Toro. Era tal la fiesta que hasta voltearon sus cámaras para captar nuestras reacciones y festejar con nosotros el éxito del mexicano.
Estar despierta desde las 6 de la mañana, maquillada y peinada desde las 8:00 horas, con un vestido tremendamente entallado, entaconada, sin alimento alguno en todo el día, y destruida para esas horas, valió tanto la pena, que si no vuelvo a cubrir ese evento por alguna razón, ya puedo morir tranquila de haber sido parte, de un momento tan histórico.
¡Que viva el cine!