El estado general de una economía debe medirse por su dinamismo y estabilidad. El dinamismo se mide por el comportamiento de la producción de bienes y servicios para el consumo final, el Producto Interno Bruto, a partir del cual se calcula el crecimiento de la economía. La estabilidad, que tiene que ver con la preservación del poder adquisitivo del dinero, se mide por la evolución del Índice Nacional de Precios al Consumidor, a partir del cual se calcula la inflación. Lo ideal, partiendo de las condiciones generales de nuestra economía, es que de un año para otro el crecimiento sea mayor y la inflación menor. ¿Lo estamos logrando?
En 2016 la economía mexicana creció 2.93 por ciento y la inflación fue 3.36 por ciento. En 2017 el crecimiento fue 2.05 por ciento y la inflación 6.77 por ciento. Comparado con el 2016 el 2017 fue un año de menor dinamismo (mal) y de menor estabilidad (mal). El año pasado no se logró el ideal de mayor crecimiento con menor inflación.
Dinamismo y estabilidad aparte, el comportamiento de una economía debe medirse a nivel de la economía familiar, nivel al que importa el empleo, la remuneración, el consumo, y el poder adquisitivo del dinero. La persona debe tener empleo, el mismo debe estar bien remunerado, el consumo debe ser suficiente, y el dinero debe, por lo menos, preservar su poder adquisitivo.
Ya sabemos cómo se comportó el consumo familiar (medido por las compras de bienes y servicios de las familias residentes en el país, excluyendo la adquisición de vivienda y objetos lujosos), en 2017: creció 3.2 por ciento, menos que el 4.1 por ciento del 2016. La buena noticia: el consumo familiar en 2017 creció. La mala: menos que en 2016.
¿Hasta qué punto este menor crecimiento del consumo familiar (4.1 por ciento en 2016, 3.2 por ciento en 2017), se explica por la mayor inflación (3.36 por ciento en 2016, 6.77 por ciento en 2017)?
Otra variable importante es la inversión directa, que produce bienes y servicios, crea empleos, y les permite, a quienes obtienen esos puestos de trabajo, generar ingresos. Parte importante de la inversión directa es la inversión en instalaciones, maquinaria y equipo, que proporciona la infraestructura física para llevar a cabo la producción de satisfactores.
Ya sabemos cómo se comportó la inversión en instalaciones, maquinaria y equipo en 2017: decreció 1.4 por ciento. En 2016 creció 1.0 por ciento. En este rubro no hay más que una mala noticia: la inversión en instalaciones, maquinaria y equipo, parte importante de la inversión directa, decreció el año pasado.
¿Hasta qué punto este decrecimiento de la inversión en instalaciones, maquinaria y equipo, componente fundamental de la inversión directa, explica el menor crecimiento de la producción de bienes y servicios en 2017?
Con estos números, ¿cómo debemos calificar nuestro desempeño económico el año pasado?
POR ARTURO DAMM
@ArturoDammArnal