Rusia y el preludio de una nueva carrera armamentista

La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) desapareció muy a pesar de que, para algunos analistas, tal es el caso del politólogo estadounidense Francis Fukuyama (2006) tenía la capacidad y recursos para seguir enfrentando a sus enemigos ideológicos y militares. La fórmula que calculaba el poder falló (tamaño de la población, territorio, tipo de gobierno y poder militar). Se atravesó Mijaíl Gorbachov. La Perestroika (reestructuración) y la Glásnost (apertura) se impusieron. La URSS caería en una crisis política y económica en el año de 1991 para dar paso y convertirse en la Comunidad de Estados Independientes (CEI) antesala de lo que hoy conocemos como la Federación Rusa. Nuevas naciones aparecieron en la geografía política de Asia y Europa Central. Eran los 90. Una infinidad de hechos transcurrieron cuando Rusia estuvo comandada por Boris Yeltsin hasta que a principios de 2000 apareció en escena Vladimir Putin, un ex agente de la agencia KGB, que ha llevado las riendas de ese país desde entonces. Muchos creímos que el fin de la historia, desde la narrativa de Francis Fukuyama, sería lo que aderezaría a los siguientes años. No fue así. Si bien es cierto el capitalismo se impuso al modelo estático de una economía planificada y centralizada, eso no significó que las relaciones de poder simétricas o asimétricas dejaran de existir. Rusia se abrió paso en un mundo capitalista complejo y se adaptó. La Guerra Fría finalizó en 1991, pero dio paso a otro tipo de enfrentamientos, que en palabras de Michael Porter (2008), podemos denominar la lucha por la competitividad, guerras económicas de nueva generación que no sólo son comandadas por empresas multinacionales a través de la inteligencia económica estratégica, sino que los gobiernos juegan un rol clave en el campo de batalla denominado mercado global por medio de la geoeconomía. En este contexto podemos ubicar los múltiples conflictos internacionales que gracias a un actor a otro, usando o no el poder (duro, suave o inteligente) no se han podido resolver. Ejemplos sobran: Siria y Ucrania son dos claros casos. Algunos países, en este caso Rusia, buscan dejar sentir su influencia global, y para cumplir con sus intereses acuden o echan mano de herramientas que pueden ir desde apoyos (políticos o económicos) a movimientos sociales que pueden desestabilizar a un país, hasta sabotajes informáticos que ponen en apuros a los sistemas electorales de naciones desarrolladas o en vías de desarrollo. Rusia está perdiendo la guerra geoeconómica, pero no la geopolítica. Otro mecanismo es la expansión del poderío militar. Esto, al fin de cuentas, representa una mayor interacción con países compradores de armas y abre las puertas a los gestores de ello, es decir, a los estrategas militares que provocan las llamadas guerras de baja intensidad. En este contexto destaco el anunció que realizó Putin ante su pueblo sobre la capacidad bélica nuclear de Rusia y la fabricación de un misil intercontinental capaz de alcanzar cualquier punto del globo terráqueo sin ser detectados por los sistemas de defensa más sofisticados. ¿Nos encontramos ante un escenario de una nueva carrera armamentista? Al parecer todo apunta a ello. * Analista internacional