Para Fernanda, la que se atreve a todo con tal de conservar la paz…
En el marco del Día Internacional de la Mujer quiero destacar la importancia de un texto fundacional: La Iliada, el monumento por excelencia a la guerra. El texto fue intervenido por el gran escritor italiano Alessandro Baricco y lo hizo para que nuestra escucha moderna pudiera soportarlo.
Hoy, como en la época de Homero, vivimos tiempos de guerra. Pero hoy es más devastador y brutal el riesgo que pende y depende del pelo de crin de caballo sobre nuestras cabezas.
Tres trogloditas posmodernos, entre otros, pueden activar las tijeras del apocalipsis: Putin, Trump y Kim Jong-un. Ellos gestionan la proliferación nuclear, el terrorismo internacional, la ciberdelincuencia, el cambio climático, la desigualdad y los movimientos migratorios involuntarios. En la barbarie cotidiana, el atroz instrumental puede alcanzar hasta el último hijo de los hijos, mientras ellos seguirán cantando el himno de la guerra.
¿Qué fue lo que aprendió Baricco en esa operación quirúrgico-literaria? Que el texto monumento a la guerra tiene un lado femenino y que esos ecos nos relatan con fuerza la razones de los vencidos. Voces de la humanidad entera que ante ese homenaje a la guerra de los hombres nos traerán a la memoria un obstinado amor de las mujeres por la paz. Ellas están convencidas de que es posible vivir sin la guerra, aunque sea -cito a Baricco- una clandestina civilización alternativa.
En La Iliada las mujeres son las maestras de la geometría sentimental, son las portadoras de la palabra que pospone lo más posible la batalla, congela la violencia; discutir es otra forma de posponer y de salvarse. Tiempo largo, de lentitudes sabias y regresiones infinitas.
Aquiles, la encarnación de la guerra, condensa las reticencias femeninas del héroe. Esa cultura guerrera contiene en la voz de las mujeres la tenaz y prolongada inclinación por la paz. En el libro IX, Aquiles dice que no hay nada más importante que la vida. Los griegos intuían una paz que no fueron capaces de sostener y ésa es la herencia más importante de La Iliada. Mientras los hombres, de oriente y occidente, seguimos sosteniendo la irrefrenable fascinación por la potencia de las armas, en tanto sustituto de nuestra sustancial incapacidad para hallar un sentido a la vida, las mujeres buscan afanosamente otra belleza que prescinda de la que a nosotros nos ofrece la guerra. Ése es el sentido más importante del mensaje de la voz de las mujeres. Ellas apuestan por dar sentido a la existencia sin que la luz cegadora de la muerte sea el necesario intercambio. Ellas apuestan por un destino que no necesite apoderarse del destino del otro. Apuestan por la circulación de bienes y riquezas sin recurrir a la violencia. La alternativa que implica renunciar a la guerra obliga a inventar otra belleza, más cegadora e infinitamente más apacible.
Juan Antonio Araujo Riva Palacio
Presidente del instituto mexicano para la justicia