AMLO contra AMLO

Varias veces he dicho al aire en radio o escrito en esta columna que el peor enemigo de Andrés Manuel Lopez Obrador es Andrés Manuel López Obrador. Y no se trata de una afirmación subjetiva, basada en conjeturas, rumores o especulaciones. Es la conclusión luego de observar hechos y dichos del propio AMLO a lo largo de su trayectoria pública.

En este 2018, su tercer intento por convertirse en Presidente de México, cuando se ve más fuerte que nunca, con un apoyo popular que antes no tenía. Montado en un partido propio y unipersonal, libre de grupos que le disputen el control, con presupuesto propio y una base militante que crece cada semana gracias a los desertores del PRI y PAN, con una clase media cada vez más dispuesta a considerarlo como opción real, pareciera que solo hay una persona capaz de detener su marcha a Los Pinos: él mismo.

Precisamente esa es la esperanza, y en algunos casos certeza, de sus adversarios políticos. Ellos aseguran que en algún momento de aquí a 1 de julio, López Obrador repetirá la historia que ya vimos en 2006 y 2012. Pero no solo en sus dos campañas presidenciales anteriores dijo y hizo cosas que alimentaron su imagen de autoritario, intransigente, radical. En una palabra, peligroso.

Recordemos su reacción ante la marcha histórica contra la inseguridad de 2004 cuando cientos de miles de personas, vestidas todas de blanco, marcharon para que el gobierno de la ciudad atendiera a las organizaciones civiles que reclamaban una mayor efectividad del gobierno para proteger a los ciudadanos. La respuesta de López Obrador fue descalificar a los organizadores y lamerlos pirrurris. Hasta ahora no ha podido reconciliarse con ese segmento de la sociedad.

López Obrador comenzó a hacer campaña por la Presidencia desde la jefatura de gobierno del DF, aunque siempre lo negó. ¿Quién no recuerda cuando se negaba a responder preguntas incómodas de la prensa diciendo “lo que diga mi dedito”? ¿Y el “cállate chachalaca” que le escupió al entonces presidente Vicente Fox en la campaña de 2006? ¿O cuando mandó al diablo a las instituciones? ¿Y qué tal su desprecio y ausencia en aquel debate entre candidatos a la Presidencia de la República organizado por el IFE?

Tampoco podemos olvidar sus alegatos de fraude electoral antes de la elección. Y la toma del Paseo de la Reforma, luego de su derrota frente a Felipe Calderón. Su “presidencia legítima” con banda tricolor y todo.

En la campaña de 2012 cambió un poco la estrategia. López Obrador proclamó la “república amorosa”. Extendió su “mano franca" a aquellos medios de comunicación que había condenado antes, para después volver a criticarlos y romper de nuevo.

Recientemente, su respaldo al CNTE, a Elba Esther Gordillo, a Napoleón Gómez Urrutia y Néstor Salgado. Criticó a las Fuerzas Armadas por su combate al narcotráfico. Defendió a los huachicoleros y ofreció amnistía a criminales.

Ahora afirma que no buscará reelegirse como Presidente. Por eso sus adversarios esperan o confían en que en los próximos meses cometa otro de sus exabruptos que reduzca la ventaja que hoy tiene sobre sus contrincantes.