Vendettas

Desde que pactaron en 1988, el PRI y el PAN han vivido un maridaje de locura: se fueron a la cama juntos y juntos abrazaron el modelo neoliberal; pactaron y se alternaron para gobernar el país y han servido de bisagra para aprobar las leyes de sus respectivos presidentes en el Congreso (Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña), al mismo tiempo que han disputado, a veces con particular encono, el poder en los estados, los congresos y los municipios.

En treinta años, ambos han vivido episodios de ruptura interna. La imposición de candidaturas y las vendettas han llevado a a los dos partidos más antiguos en México a perder el poder en distintos estados que gobernaban.

Un ejemplo es Yucatán, que Acción Nacional pudo haber gobernado consecutivamente en 2000 y 2007, cuando el priísmo yucateco estaba muerto. Tras la victoria de Fox, el PRI se desplomó en 2004, cuando el PAN se reeligió en la alcaldía de Mérida, ganó el Congreso y 54 de 106 presidencias municipales, 25 más de las que gobernaba. El PRI había perdido antes cuatro de cinco posiciones en el congreso federal, y ahora 29 alcaldías en una elección en la que el PAN había derrotado al legendario Víctor Cervera Pcheco, el priísta más poderoso y relevante hasta que un infarto lo mató en agostó de 2004.

En 2006 pelearon la nominación al gobierno yucateco, Dulce María Sauri, Carlos Sobrino, Rubén Calderón, Ivonne Ortega y Erick Rubio. Se acordó una encuesta como método de elección. Ortega apareció arriba, una sorpresa cuando Sauri era la gran favorita. El ejercicio lo hizo Mitofsky.

Cuando se anunció la candidatura, la suerte estuvo con Ortega, cuando brotó la división del panismo. El monolito indestructible que era el PAN en diciembre de 2006, se fracturó tras la salida de Ana Rosa Payán, en enero de 2007.

Entonces, como en la elección presidencial en curso, aparecieron en escena personajes centrales en la alianza PRI-PAN. El ex presidente Salinas, de acuerdo con la ex gobernadora Dulce María Sauri, decidió vetar candidatura de Sauri en venganza por votar contra la Ley Televisa, y respaldó la de Ortega, sobrina de Cervera.

Once años después, una ruptura semejante podría despojar al PAN, como en 2007, de la gubernatura. Acusando de traición a Mauricio Vila, candidato de Acción Nacional, el panista Joaquín Díaz ha renunciado al partido para pelear la candidatura de Morena a Rogerio Castro, un profesor al que ni los maestros yucatecos conocen.

Al sumar a Díaz, AMLO se aventó una triple bomba yucateca: parte al PAN, provoca un vuelco inesperado en favor del PRI en la elección a gobernador, y aumenta sus posibilidades en la elección presidencial en el estado de Felipe Carrillo Puerto, el defensor de los indios mayas, a quien López Obrador citó invariablemente en sus concurridos actos en Motul, Izamal y Chemax, tierra de oposición panista.

En un descuido, la tierra de Carrillo Puerto puede terminar convertida en un vendaval (que significa viento del sur), obradorista.