'Memeo' del verbo 'memear'

Nuestro nacionalismo y orgullo mexicano conviven perfecto con los galardonados a modo internacional, con las tragedias en el momento en el que suceden y con los exitosos en el momento cúspide del triunfo

Un minuto antes y un minuto después todos están exentos de respeto.

Todos los días escuchamos que alguien o algo se vuelve “viral”, y tal cual como lo indica el término se propaga no sólo en las redes, sino en los temas y conceptos que lideran por días la opinión pública. Al convertirse en referentes, pensarías que se trata de tópicos con cierto grado de importancia, aunque en realidad nunca es así, son magnificaciones de cosas que juegan de la burla a lo grotesco en un segundo.

Así, nos hemos acostumbrado a debatir acerca del verdadero color de un vestido, la caída o momento vergonzoso de una celebridad o el error lingüístico de un político, sin reparar que ese es el menos importante de todos los errores que se están cometiendo.

Sin duda se cumple el cometido, el morbo y la burla siempre han sido comprensiblemente divertidos, pero creo que está en la pérdida de perspectiva de las cosas en el que existe el riesgo de perdernos. Como adolescentes eternos, enojados con un mundo del que no nos sentimos partícipes, como si el buzón de quejas digital es premio de consolación a la inconformidad que no moverá un dedo para cambiarla.

Increíble para mí la relevancia que se dio al vestido de Eiza González en los Oscares, y aunque es imposible no reír con los memes que cubrían el vestido amarillo chillante de Ralph Lauren con ojos de Minion, el logo del América y el slogan de librerías Gandhi, también pone al descubierto la doble moral sin la que aparentemente no podríamos vivir.

Porque nuestro nacionalismo y orgullo mexicano convive perfecto con los galardonados a modo internacional, con las tragedias en el momento en el que suceden. Un minuto antes y un minuto después todos están exentos de respeto.

Somos ingeniosos por excelencia, y eso nos encanta y nos llena de orgullo, sin embargo habrá que detenernos en la raíz venenosa de la burla constante y las verdaderas razones que hacen a alguien el blanco de convertirse en un chiste más de la agenda viral de nuestros temas.

Porque mas allá de la risa, toda situación donde ridiculizar es un deporte, no puedo dejar de pensar en esa cubeta llena de cangrejos, que lejos de hacer una cadena que favoreciera los unos a los otros, se convierte en un duelo de impedirse avanzar, escalar y salir de un recipiente que bien podría llamarse mediocridad.