En medio de las amenazas del presidente Donald Trump de una guerra comercial con todo el mundo por su ocurrencia de aplicar aranceles a las importaciones de acero y aluminio que realizan nuestros vecinos, concluyó, con más pena que gloria, la séptima ronda de negociaciones para modificar el Tratado de Libre Comercio.
El secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, muestra un optimismo desbordante porque según él, los negociadores de los tres países han logrado cerrar capítulos como el de Buenas Prácticas Regulatorias, Transparencia y Medidas Sanitarias y Fitosanitarias, así como los anexos Sectoriales de Químicos y Fórmulas Patentadas, que se suman a los de Pequeñas y Medianas Empresas, Competencia, Anticorrupción, Eficiencia Energética y Tecnologías de la Información y Comunicación. Ah, y también se avanzó sustancialmente, informó, en los capítulos de Comercio Digital, Telecomunicaciones, Obstáculos Técnicos al Comercio y Energía, así como en el Anexo Sectorial de Farmacéuticos, los cuales se perfilan hacia un cierre próximo, lo que podría ocurrir en la siguiente ronda.
Sin embargo, sobre el tenebroso capítulo de las reglas de origen (donde se discute aumento de contenidos regionales que piden nuestros “partners” norteamericanos), la cláusula Sunset (terminación del tratado cada cinco años para revisarlo nuevamente), la estacionalidad de productos agropecuarios y el tema laboral, ninguno de los tres representantes comerciales dijo nada. Hay quienes afirman que en los dos primeros México estaría pensando en “entregar el tesorito”, es decir, aceptar las condiciones de los Estados Unidos, aunque nadie sabe a cambio de qué. Lo único cierto es que desde antes de que empezara la séptima ronda, Guajardo “empezó a aflojar” al declarar que el proceso de fabricación de vehículos es muy diferente al que existía cuando se negoció el TLC, allá por 1993. Y tal vez tenga razón, pero primero anduvo de “lengua larga” diciendo que no habría marcha atrás en las reglas de origen. De la cláusula Sunset no han vuelto a decir nada, por lo que cualquiera supondría que la están considerando. En diversas ocasiones nos hemos referido que la multicitada cláusula opera en el comercio de azúcar entre México y Estados Unidos desde 2014, cuando México se vio en la penosa necesidad de aceptar los llamados “Acuerdos de Suspensión”, a cambio de que nuestros vecinos no pusieran multas y aranceles por “dumping” y subsidios a las exportaciones del “polvito blanco” mexicano – no al que se refirió ayer Donald Trump—que realizaron a aquel país, los industriales mexicanos en el sexenio de Felipe Calderón.
Lo preocupante de una terminación y revisión del TLC cada lustro, es que después de que les entreguemos el tesorito, van a querer abusar cuando quieran y cuantas veces lo deseen.
Sobre los aranceles a las importaciones de acero que realizan los Estados Unidos, los ingenuos confían en que el Departamento de Comercio y los senadores Republicanos convenzan a Trump que excluya a México. En caso contrario, Ildefonso Guajardo dejó entrever que podría “jalarle la cola al tigre” con una política espejo. ¡Habrá que ver si tiene el valor! Exclaman los escépticos.
¿Entregará México 'el tesorito”?
