José Antonio Meade y el PRI son dos extraños. Se ven en el espejo y no se reconocen. Hablan lenguajes diferentes. Ven realidades distintas. Tienen una escala de valores incompatibles. ¿O no? Porque la realidad del tricolor no encaja en los dichos de su candidato.
Ayer, por ejemplo, Meade encabezó el aniversario 89 del PRI y prometió “instalar una comisión de Ética en el PRI para no otorgar perdón a delincuentes”.
Buena idea. Mal público para plantearla.
Al tiempo que aseguraba que “el destino de corruptos será la cárcel”, el candidato saludaba amigablemente a Carlos Aceves del Olmo, líder de la CTM. Aceves del Olmo, líder vitalicio de la central obrera a la que Meade pidió hace meses “hacerlo suyo”, es el mismo que durante la crisis por el gasolinazo en 2017, acudió a Los Pinos a firmar un Pacto para aminorar los efectos de los incrementos portando un reloj Patek Philippe con valor superior a los 400 mil pesos.
Meade hablaba de ir tras los corruptos mientras lanzaba un efusivo saludo a los petroleros, encabezados por Carlos Romero Deschamps, quien transfirió más de 500 millones de pesos a la campaña de Francisco Labastida y que, pese tener dos órdenes de aprehensión, fue cobijado por su partido. El líder petrolero, sonreía. Cómo no hacerlo, si por cuarta ocasión consecutiva permanece al frente del Sindicato y es un baluarte del PRI que lo ha hecho tres veces diputado y dos veces senador, pese a que le han sido documentados a él y sus hijos propiedades, yates, automóviles, joyas…
Ahí estaban, también en primera fila, felices, el secretario de Comunicaciones y Transportes Gerardo Ruiz Esparza, señalado una y otra vez en escándalos de corrupción a lo largo del sexenio; o el exgobernador del Edomex Eruviel Ávila, ahora vicecoordinador de la campaña de Meade, a quien la Auditoria Superior de la Federación le observó durante su gobierno miles de millones de pesos que, o fueron desviados o no fueron debidamente comprobados, y de los que no se supo su destino.
En serio, ¿una Comisión de Ética cuando el PRI no puede desmarcarse del exgobernador de Chihuahua César Duarte, prófugo de la justicia al que se le han incautado 40 mil hectáreas en ranchos? ¿Al tiempo que el tricolor en Nayarit votó en contra de indagar al exgobernador Roberto Sandoval, acusado de desfalco y hasta nexos con el crimen organizado? ¿Justo cuando el PRI no pinta su raya con el exdirector de Pemex Emilio Lozoya, protagonista de la trama de Odebrecht?
“El destino de corruptos y criminales no será otro más que la cárcel, no hay más", dijo Meade.
Suena de maravilla. Pero sus aplaudidores no piensan igual.