Las preguntas que puso sobre la mesa de “Los medios unidos por la Fiesta Brava” fueron las siguientes: ¿qué necesita la Fiesta para recobrar su popularidad?, ¿cuál es la importancia de la madurez de algunos toreros mexicanos? y ¿hay crisis en la ganadería mexicana por falta de bravura?
Para recobrar su popularidad, la Fiesta necesita hacerse publicidad positiva; implementar mecanismos de difusión; explicar el porqué de la muerte del toro; detallar los cuidados y el amor con los que tratan al toro durante cuatro años; ofrecer estadísticas que demuestren que las ganaderías son ecosistemas; dar a conocer sus valores en las redes sociales; convencer a los dueños de los medios masivos de comunicación de devolver los espacios con que contaba la Fiesta y quitarles de la cabeza la idea de que hablar de toros no tiene por qué ser políticamente incorrecto; continuar la labor de blindaje del espectáculo desde el ángulo jurídico (no solamente cultural), como la que ha encabezado Manuel Sescosse junto con otros inteligentes personajes; desmitificar todas las falacias que se propagan en contra de la tauromaquia, y ofrecer un espectáculo de categoría que no aleje la emoción sino que la fomente con base en el toro bravo y no en su caricatura.
Del segundo cuestionamiento, en la reciente Temporada Grande, dio gusto ver a toreros que han alcanzado la madurez, como Arturo Macías, Diego Silveti, Jerónimo e Ignacio Garibay. A esta lista podríamos agregar a Federico Pizarro, Fabián Barba, Fermín Rivera, El Zapata o José Luis Angelino (Pizarro, por cierto, se retirará a fines de 2018). Estos toreros pueden encabezar carteles como primeros espadas de categoría. Tal fue el caso de Jerónimo, quien abrió el festejo del 72 aniversario de la Plaza México, el 5 de febrero. Macías brindó su comparecencia con más poso en La México. Silveti tuvo una actuación centrada. El mencionado Jerónimo mostró mejores argumentos técnicos para manifestar su proverbial sentimiento y la belleza de su expresión torera, mientras que Garibay estuvo solvente, a pesar de no contar con toros a modo. Es positivo que, junto con la nueva hornada, como Joselito Adame o Sergio Flores, contemos con una baraja de unos 10 matadores que tienen mucho que aportar.
Por último, ante la pregunta de si hay crisis en la ganadería mexicana por la falta de bravura, responder que sí sería generalizar. Es más preciso decir que hay crisis de bravura en algunas ganaderías, que son las más deseadas por las figuras que mandan. Más que crisis, yo diría que en algunas vacadas hay una intencional y progresiva pérdida de bravura. Aunque es verdad que el toro en la plaza no tiene palabra de honor, el ganadero puede marcar en gran medida el rumbo con sus decisiones a la hora de empadrar y tentar. Algunas vacadas han cedido ante el canto de la sirena de la nobleza, en busca de convertir al toro en un animal cada vez más obediente, pastueño y manejable, sacrificando su esencia, la bravura. El resultado de esa concesión es el alejamiento y el desencanto del público. De entre las más de 250 ganaderías que quedan en México, hay muchas que conservan bravura. Lo que sucede es que algunas que han ido matizando esa virtud, son las que lidian más y sirven de referencia visible a la hora de evaluar el estado de la bravura en nuestro país. Es importante que los ganaderos no pierdan la autocrítica y no se dejen llevar por felicitaciones que solamente obnubilan.