Con el inicio de la presidencia de Donald Trump se observa un distanciamiento entre Estados Unidos y Alemania, por lo que la canciller Angela Merkel se ha visto obligada a asumir un papel de liderazgo, al que su país se había resistido desde el final de la Guerra Fría.
Dos han sido los principales resentimientos de Trump con respecto a Alemania: su superávit comercial con EU, que ha oscilado entre 60 y 70 mil millones de dólares anuales, similar al de México, lo que para el mandatario estadounidense es un abuso que debe ser corregido, y la pasiva actitud germana ante la seguridad del continente europeo, en la que participa sólo de manera solidaria, sin asumir el liderazgo que le corresponde ni hacer las debidas contribuciones ante la OTAN, descansando siempre en las iniciativas y aportaciones de EU a la defensa común.
En apariencia, la irritación de Trump surge principalmente de que mientras su país sufre los desgastes políticos y económicos de proteger permanentemente a Europa, Alemania se ha dedicado a expandir su economía y su estado de bienestar, olvidándose de atender a los problemas que afronta su continente, donde es el país más poderoso, lo que para los esquemas ideológico- mercantiles de Trump constituye una absoluta osadía.
Ante el enfriamiento de la relación con EU, Merkel no ha tenido otra alternativa que afrontar el papel de liderazgo que corresponde a su país frente a los grandes problemas europeos, como la crisis financiera de la eurozona, la llegada de refugiados de Medio Oriente y norte de África, y la asignación de mayores recursos para la seguridad y defensa del continente.
Al final de cuentas y al margen de los enfados de Trump, no cabe duda que tanto a EU como a Alemania, y a Europa como un todo, lo que más les interesa es el mantenimiento de su preponderancia política y económica a nivel mundial, por lo que juntos, como ratificó Trump en la última reunión de Davos, seguirán pugnando por mantener el statu quo, sobre todo la amenaza que pueden significar el avance de China y las intromisiones rusas para debilitar la posición de países europeos y del hemisferio occidental.