Las producciones de la televisión estadounidense —creadoras de la mayoría de los estereotipos de belleza de los últimos tiempos— han puesto su ojo en un nuevo nicho de mercado que cambiará poco a poco la percepción de la hermosura no sólo en su país, sino en el mundo: los viejos.
Marta Kauffman, quien produjo en los años 90 del siglo pasado las exitosa serie Friends, basada en la vida de treintañeros, apostó desde hace un par de años a los mayores de 70 y logró otro hit para su cartera con la comedia Grace & Frankie, que lleva ya cuatro temporadas al aire y una más en camino; siete nominaciones a los premios Emmy y una más a los Globos de Oro.
La trama, que tiene sede en San Diego, California, es una revolución. Básicamente porque demuestra que la vida de los ancianos puede ser tan excitante o más que la de cualquier juventud que les preceda. Puede ser más progresista, vanguardista, creativa y con tanta gracia y distinción como cualquiera.
Las protagonistas, encarnadas por las actrices Jane Fonda (80 años) y Lily Tomlin (78), son dos mujeres que después de vivir 40 años con sus maridos tienen que afrontar la realidad de que éstos son homosexuales, y deciden dejarlas para casarse entre ellos, luego de tres décadas de ser infieles.
Después de un brevísimo drama, ellas retoman el camino con entusiasmo, se hacen amigas de sus ex (Frakie los casa) y demuestran que la vida no acaba hasta que se acaba: tienen planes, fiestas, altibajos con los hijos, los amigos, los novios y hasta aventuras sexuales que en la pantalla se miran muy naturales —incluso cool— como símbolo de los intereses que se perfilan a futuro.
Esta novedosa percepción tiene su lógica: la población está envejeciendo. Para el año 2050 será el doble de la que existe ahora y los negocios, siempre visionarios, reconocen hacia donde se encaminan los mercados, como previeron en los años 50, después de la Segunda Guerra Mundial que vendrían los Baby Boomers y juvenalizaron la sociedad.
Entonces empujaron en el cine a James Dean para marcar tendencias y hacer del Rebelde sin Causa (1955) una tendencia de conducta. Después vendría Elvis Presley, los Beatles, Jimmy Hendrix, Janis Joplin y toda esa generación de famosos autodestructivos que vivieron entre excesos y droga hasta su muerte, antes de cumplir los 30.
Los octagenarios de hoy, en cambio, son los sobrevivientes, los sabios que bien olfatean los sabuesos de Hollywood, de Netflix, y mucha gente de dinero representante del adulto mayor en el siglo XXI, como Irving Kahn, quien trabajó en su empresa financiera de Nueva York casi hasta el último día de su vida en 2015, cuando tenía 109 años de edad.
Todos ellos con plena conciencia de que la belleza, al final de cuentas, depende de la época y su cultura, religión, política, economía, y hasta de un puñado de adelantados a su época que imponen, en conjunto, las modas. El resto, las sigue.