Quizá uno de los legados más importantes de la administración del presidente Enrique Peña Nieto ha sido la consolidación de una política social de Estado, que se ha traducido en resultados alentadores contra la pobreza y las carencias sociales. Esto se ha alcanzado gracias a una oferta programática que ha evolucionado para atacar de manera más eficiente el problema, y a una mayor coordinación que permite focalizar esfuerzos. Asimismo, como engrane fundamental, el empoderamiento de grupos vulnerables ha sido la clave para generar buenas noticias en las comunidades más marginadas.
Hay que recordar que, en los últimos cinco años, diversos programas han sido establecidos o mejorados. Hace poco más de cuatro años, se crearon los Comedores Comunitarios, que hoy atienden a más de un millón de personas todos los días a través de más de cinco mil 600 espacios. Del mismo modo, la edad mínima del programa Pensión para Adultos Mayores fue reducida de 70 a 65 años, permitiendo duplicar el padrón. Igualmente, Prospera ha evolucionado y hoy otorga herramientas que permiten emprender e insertarse en el mercado laboral.
En cuanto a la coordinación, hoy la Estrategia Nacional de Inclusión es el pilar que impulsa el combate contra la pobreza en todo el país, incorporando a autoridades estatales y municipales, y a otros actores protagonistas en el desarrollo de comunidades con mayor bienestar. Gracias a este esfuerzo, se han podido aterrizar acciones que amplían el alcance de Prospera; hoy se hace equipo con el Seguro Popular y con la SEP, por ejemplo, para garantizar lo más importante para las familias: alimentación, salud y educación.
Al final, los datos no mienten; los indicadores señalan un claro cambio de tendencia a partir del 2012. Entre 2008 y ese año, el porcentaje de la pobreza subió, del 44.3% al 45.5%, pero de 2012 a 2016 cayó para situarse en 43.6%. De la misma manera, la pobreza extrema está en su mínimo, con un 7.6%, así como las carencias sociales. En un aspecto fundamental, el crecimiento del número de personas no pobres y no vulnerables entre 2012 y 2016 fue el doble que en el periodo 2008-2012, mientras que el crecimiento de la pobreza (en número de personas) del segundo periodo fue una quincuagésima parte de lo experimentado en el primero.
Está en nuestras manos empujar una agenda que consolide estos resultados, que nos permita reducir las carencias de manera acelerada, que use tecnología para cambiarle la vida a la gente y le ponga fin a la pobreza extrema en los siguientes 12 años. Así lo marca la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, y estoy seguro que, si actuamos con responsabilidad y generosidad, los mexicanos tendremos más buenas noticias en los años por venir.
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Lunes 2 de Diciembre de 2024