Vaya joyita que se echó en hombros Ricardo Anaya, al entregar a Emilio Álvarez Icaza una candidatura plurinominal al Senado, por la coalición Por México al Frente. Pésimo fichaje para el candidato presidencial si lo que busca es tener congresistas de resultados y no de alardes mediáticos, pero nada mal para un político metido a activista que los últimos años ha vivido de golpear al Estado mexicano, incluso con casos inventados.
Porque Álvarez Icaza ha ido de fracaso en fracaso, si se habla de resultados en materia de defensa de derechos humanos, en las excelentes chambas que ha amarrado gracias a sus padrinos políticos, Los Chuchos, corriente del PRD que desde 2009 lo impulsa a todos los puestos relacionados con los derechos humanos.
Lo hicieron ombudsman capitalino de 2001 a 2009; luego lo postularon para ser titular de la CNDH, lo cual se le frustro. Y después de su paso por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (2012-2016), Jesús Zambrano lo propuso para “Fiscal especial” para el caso Iguala, con el afán de convertirlo en una especie de Baltazar Garzón tropical.
Pero la efectividad de Álvarez Icaza, no está precisamente en la defensa de los derechos humanos, sino en su capacidad de poner sambenitos al Estado mexicano.
Durante su gestión como secretario general de la CIDH, usó el caso de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa para desacreditar la investigación oficial y sus resultados. negando siempre que los muchachos hayan sido incinerados en el basurero de Cocula. Y encima, el Estado pagó al menos dos millones de dólares a la CIDH para esa investigación, en la que sus expertos independientes nunca formularon una tesis sobre qué ocurrió.
En el caso Tlatlaya, uno de sus antiguos colaboradores, Mario Patrón, a través de su Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez, promovió la versión de que soldados fusilaron a 22 secuestradores, para enjuiciar a ocho militares.
Al final resultó, de acuerdo con los jueces, que los militares eran inocentes, que las tres mujeres que declararon en su contra incurrieron en contradicciones y cambiaron sus declaraciones hasta cinco veces, y que presentaron testimonios que databan de 1974.
Y fue Álvarez Icaza, quien en 2016, meses antes de dejar la CIDH, sostenía que México era el país más denunciado ante esa Comisión, incluso por encima de Venezuela.
De pilón, como bien apuntó ayer el colega Alejandro Sánchez en su columna Contra las Cuerdas, Álvarez Icaza “fue el primero en tirar la toalla” como aspirante presidencial independiente, pues aunque “alardeaba con que iba a juntar 80 mil firmas (…) entre octubre y enero sólo llevaba dos mil 811”.
Pero ahí no acaba la cosa, pues Álvarez Icaza no da paso sin huarache: desde ya, encajó el diente a Ricardo Anaya sacándole otra candidatura para su hermano José. No da paso sin huarache.
Raymundo Sánchez