“No hay más o menos justicia. La justicia es un término absoluto”.
La legalidad es una condición o acto realizado dentro del marco normativo de un Estado. Ésta no puede ser ejercida bajo la interpretación de personas que tienen el poder, sino por el peso de la letra de leyes diseñadas a todo aquello que resulte conveniente, transparente y viable a una sociedad que viva en armonía.
Legalidad no es, entonces, una coyuntura resuelta sobre las rodillas de circunstancias fortuitas, sino una característica permanente que resuelve situaciones prevalecientes, con la equidad que parte de su esencia.
Es por eso que se describe a la justicia cubierta de los ojos; no porque sea ciega... está impedida de la vista porque no requiere ver lo que ya está acordado, ante una situación particular con una solución preestablecida. Eso que se conoce como LEY.
Mi México. Nuestro México está enfrentando... y lleva años en ello, una enfermedad que tiene como síntoma más grave, la interpretación de las leyes por las personas que ejercen el poder... dejando a la justicia ciega. Ciega de ceguera, no de neutralidad.
Sí, es verdad. La justicia en México es, como en muchas partes del mundo, representada por la diosa de la justicia: Lustitia... musa con una espada de verdad en la mano izquierda y una balanza en la derecha, expresando el equilibrio del “justo medio”, pretendido por la ley y un velo en los ojos, como muestra –irónica– de la certeza de un camino a tomar, que no requiere siquiera ser visto, ya que se sabe de ante mano cómo habrá de juzgar la bondad o perversidad de una acción determinada.
Nuestra Lustitia. Nuestra Diosa de la verdad y justicia suelta frecuentemente la balanza de la objetividad para destapar sus ojos con la mano derecha, con la finalidad de ver no a dónde debe ir... sino a dónde le conviene, en función de la interpretación particular de aquellos que ejercen el poder.
Nuestra Diosa no es imparcial. No es objetiva. No vela por los intereses del Estado. Nuestra Lustitia está comprada. Raro saber que una Diosa se puede “comprar”. Sobre todo, cuando esos seres mitológicos están por encima de lo humano.
Si continuamos por esta vía, llegará –si no es que ya llegó– el momento en el que la inquietud de los hijos de esta patria se inconforme ante esta realidad dolorosa. Lo justo es eterno... permanente.
Lo insensato resulta perentorio. Fugaz, para los tiempos de la Patria.
Pienso y también planteo el final de la tolerancia a lo que resulta injusto. Difícil de soportar.
Hay un adagio que reza: “no hay mal que dure 100 años ni ser que los aguante”.
Los 100 años han sido rebasados... Plenamente rebasados. Sólo falta ponernos de acuerdo en la fecha que escojamos para dar por terminado el mal, ahora que está plenamente identificado.
Por Pedro Ferriz de Con
PERIODISTA / Hablemospormexico.org
@PedroFerriz