Era el 11 de agosto de 1992 y el entonces presidente, George H.W. Bush, desmentía airadamente la pregunta que Mary Tillotson, de la cadena de televisión CNN, le había hecho sobre un reporte de adulterio.
Fue la primera vez en tiempos modernos que una acusación de ese tipo contra un presidente era aireada tan abiertamente por una prensa que declinó reportar sobre las aventuras de John F. Kennedy y las conquistas de Lyndon Johnson.
Era un nuevo ambiente, sacudido por revelaciones sobre los amoríos del candidato presidencial demócrata Bill Clinton con la cantante Gennifer Flowers y las denuncias de Paula Jones.
Bush negó la relación, pero perdió la Presidencia. Los dos periodos de Clinton en la Casa Blanca pasaron a la sombra de acusaciones sobre su conducta y en especial por un intento de destitución provocado por haber mentido bajo juramento respecto a su relación con la interna Monica Lewinsky. Los siguientes mandatarios, el republicano George W. Bush y el demócrata Barack Obama, no tuvieron escándalos personales.
Y entonces llegó Trump. Con dos divorcios y autopromovido Don Juan, Trump navegó su campaña en medio de alegatos vulgares. Ahora es parte en tres escándalos: la actriz pornográfica Stormy Daniels, habló sobre su relación con Trump en 2007; la ex modelo dePlayboy Karen McDougal reveló su amorío de 10 meses con Trump en 2007, cuando Barron Trump recién había nacido.
Otra más, Summer Zervos, se queja de haber sido hostigada sexualmente por Trump cuando participó en su programa The Apprentice. La reacción de una gran parte de los estadounidenses, incluso los más conservadoramente religiosos, padece de indiferencia.
Trump sobrevivió a las acusaciones de una decena de mujeres que lo denunciaron durante su campaña, cuando emergió también una vieja grabación en la que él afirmaba que sólo tenía que "agarrarlas por el (pubis)" para lograr lo que quisiera. "El Presidente es un mujeriego ¿y que?", dijo hace 25 años el ex presidente Nixon. Y sigue sin importar.