Beto Díaz, diputado local del Edomex con licencia, es el precandidato del PAN a la alcaldía de Tlalnepantla -y por ende, de la coalición de ese partido con el PRD y Movimiento Ciudadano-, pero parece que no va a cambiar pronto esa investidura por la de candidato oficial, pues en su propio partido le han regateado el respaldo.
El principal empecinado en ignorar que se está perdiendo tiempo para que desde Tlalnepantla acompañen la campaña presidencial, a fin de remontar el tercer lugar en el que se ubica el PAN en este municipio conurbado del Edomex, es su propio candidato a la Presidencia.
Ricardo Anaya, quien se victimiza como blanco de una campaña de denuesto en su contra que “ensucia” el origen de la acumulación de sus docenas de millones de pesos a sus 39 años, es también victimario de sus propios compañeros de partido y coalición, lo cual no es nuevo en sus historias de traición.
Ricardo, para decirlo en parábolas al calor de los 28º C en el Valle de México en esta Semana Santa, ha negado varias veces a su mentor en el PAN, Gustavo Madero; le dio el Beso de Judas a Miguel Ángel Mancera en la CDMX, con el albazo de registrar a Alejandra Barrales, por la libre como candidata del Frente en la Ciudad, y no ha cumplido su promesa de ungir, cual Bautista en las márgenes del Jordán, a quien fuera el panista predilecto en las encuestas de Tlalne, y así pueda iniciar su camino a la alcaldía.
Interpretaciones aparte: Anaya no ha querido ratificar a Beto Díaz como candidato de Por el Estado de México al Frente, nominación que le corresponde asignar al PAN. Y por ello, Díaz no ha podido calentar antes de salir a la contienda.
No obstante que hace unos días Dante Delgado, el dueño nacional de la franquicia Movimiento Ciudadano, lo reconoció como candidato de unidad de la coalición, Anaya no cede en su pataleta de ignorar la ratificación de Díaz.
Como principal consecuencia, a nivel operativo en la preparación de la campaña local, el aún precandidato no ha podido dar certidumbre a
los actores políticos, sociales y empresariales de Tlalnepantla respecto a que él es el ungido del PAN y del Frente, y le ha impedido conseguir los apoyos, sobre todo las donaciones en especie y financieras, para la campaña.
Huelga decir que la animadversión del queretano (ese que dice que multiplica, milagrosamente, los pocos pesos como Jesús hizo con panes y peces) contra Beto Díaz viene de la cercanía que tiene éste con Margarita Zavala, quien busca la
Presidencia por la vía independiente, y Felipe Calderón, a cuyo grupo dentro del PAN siempre se acogió.
Evangelios y parábolas aparte, el candidato presidencial del Frente actúa como si no estuvieran fuera de la posibilidad de recuperar la alcaldía de Tlalnepantla para el PAN, que una vez, a finales de los 90 y a inicios del siglo XXI, puso a este municipio entre los cinco con mejor calidad de vida del país.
Esta indiferencia, sin embargo, no es privativa del caso Beto Díaz: Anaya no ha ratificado aún a los candidatos que le tocan en todo el Estado de México. Es tiempo perdido.