Antonio Ferrera se ha convertido en un referente del toreo español. Después de muchos años en la brega, al fin encontró su nicho. Quitó el pie del acelerador y felizmente llegó a la serenidad vestido de luces y sedas.
El cuarentón extremeño se fue transformando hasta convertirse en un exponente del toreo de calidad, muy distinto a aquel lidiador un tanto apremiado de su primera etapa.
Tenía menos profundidad que un charco y ahora, cada trazo suyo alcanza hondura. Se liberó de las cadenas de plástico de la superficialidad. Las vivencias personales se proyectan al torear.
El lunes anterior le hizo una faena muy personal, con gusto, empaque y un gran asentamiento, al toro Jarretero, de la ganadería de Victoriano del Río, en la plaza de toros de Valencia. Uno de esos trasteos que se recordarán por mucho tiempo.
Muy encajado, dibujó muletazos de extraordinaria factura al buen ejemplar de Victoriano, que mereció el honor del arrastre lento. Trazos lentos y saboreados sobre el légamo, que le jaleó con furor el público valenciano. ¡Bienvenida la renovación de un buen torero!
TESTIMONIO
El lunes pasado proyectamos en el Canal Once una faena que José Tomás realizó el 29 de mayo de 1997, en la tradicional corrida del Corpus de Toledo.
Esa tarde, El Príncipe de Galapagar alternó con Curro Romero y Víctor Puerto, para lidiar un encierro de Torrestrella (Puerto le abriría plaza en Valencia 14 años después, en una de sus sonadas reapariciones).
Tomás tenía 21 años de edad y uno de alternativa. Ya había recibido el cate terrible de Autlán. Había en su carilla de púber la serena confianza de quien tenía (y sigue teniendo) la sartén por el mango a la hora de ponerse delante de los toros.
El trasteo es interesante porque ya desde los albores de su ejecutoria como matador, dejaba ver una propuesta perfectamente definida, basada en el valor y el aguante supremos.
A pesar de que el torrestrella por momentos se le frenaba, Tomás no se movía ni un ápice. No pestañeaba. Primero muerto que retroceder.
En estos años ha habido una evolución hacia un toreo de emocionantísima belleza (Brigadista de Jaral de Peñas en la mente), pero el soporte del valor ha imperado siempre.
La tarde de marras cortó tres orejas y salió a hombros de la plaza toledana. Empezaba a forjarse la leyenda.
Desde entonces, se ha retirado en distintas ocasiones, la primera de ellas en 2002. Sus prolongados alejamientos han mantenido inexplicablemente enrejadas sus extraordinarias capacidades. Apenas el año pasado reapareció, después de 23 meses sin actuar en público, pero ahora nuevamente no aparece anunciado en ningún cartel de la temporada taurina 2018.