Villa de patos

A veces canso, ya sé, pero particularmente en este tema me ha interesado conocer gente que coincida y que haya hecho de su vida o de su profesión una búsqueda permanente por las cosas buenas, sabrosas y sanas.
Y sí, en un mundo donde ya nada sabe a lo que dice ser, para algunos de nosotros se ha vuelto una medio obsesión que el refrigerador esté compuesto por productos que efectivamente sean lo que pregonan: queso que venga de leche de vaca, pescados reales, no alimentados con cosas extrañas ni engordados en tinacos en Toluca, comida de verdad.
Así fue como conocí hace unos años el proyecto Villa de Patos. Una iniciativa que nació en Coahuila con Emilio y Sofía, quienes querían trabajar y volver a echar a andar tierras de su abuelo, y que comenzaron rescatando las huertas bajo la premisa de trabajar con técnicas ecológicas, comprometidos con la sustentabilidad y la conservación.
Se recuperaron los nogales y membrillos de la zona, y de ellos nacieron los más ricos ates y las más deliciosas nueces en todas sus preparaciones.
Villa de Patos además apoya a los pequeños productores y sus cultivos, lo que en resultado genera una mejora en el ecosistema de la zona, conservándolo y mejorándolo.
La leche sabe a leche, y para bien o para mal, porque no “monta “ como lo hace un litro de leche más industrializada y de marca top of mind cuando la espumo para un capuccino. Pero sabe a leche y me fascina.
Un negocio familiar fundado en 1980, con el objetivo de proveer productos nobles, naturales y saludables para el consumo humano. No puede sonar mejor. Y tienen que probarlo.
De Villa de Patos me gusta también su imagen y elementos gráficos, ilustraciones hechas a mano de los productos, tipografías clásicas.
Me gustan las cosas con intención, desde su origen hasta su venta y por ende satisfacción del consumidor. Basta con ver la sonrisa de los míos en una mordidita de ate con queso.
Valentina Ortíz Monasterio