A lo largo de la historia el agua es uno de los factores determinantes en el desarrollo de todas las civilizaciones. Mesopotamia, Egipto, China, Grecia, Roma, Perú y Mesoamérica, son paradigmas de grandes culturas asociadas a un contexto, donde la disponibilidad del recurso hídrico sustentó formas de vida cuyo legado configura un influjo imperecedero sobre nuestro propio tiempo.
Hoy día, el impulso de la conciencia global sobre la importancia de preservar este vital recurso natural, conlleva la necesidad de plantear dicha problemática en los planos ambiental, geoestratégico y de desarrollo humano, que conformen una perspectiva integral y verdaderamente civilizatoria. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha señalado que actualmente la escasez de agua ya afecta a cuatro de cada 10 personas en el mundo, y ello es un indicador del reto que se tiene.
Desde el punto de vista ambiental, es necesario insistir en la urgente necesidad de preservar este recurso natural desde una lógica sostenible, que permita la continuidad del ciclo del agua vinculado a soluciones apegadas a la naturaleza, dirigidas a restaurar bosques, praderas y humedales naturales, con interconexión de cauces, ríos y lagos, que propicien la disponibilidad y la calidad del agua dulce para el uso humano, amén del saneamiento del agua contaminada.
Un enfoque geoestratégico atañe al fortalecimiento de una visión que supere los esquemas de utilización intensiva del agua por parte de los países más desarrollados, en detrimento del resto de las naciones, o de unas regiones sobre otras, para llegar a un planteamiento acerca del agua como un recurso natural universal, necesario para la equidad, el equilibrio y el desarrollo entre las diversas poblaciones.
Pero también la problemática contemporánea asociada a la utilización de este preciado recurso, tiene que ser abordada esencialmente desde una perspectiva que lo considere como un derecho humano (en el plano de la vida digna, la salud y el bienestar), que concite en forma sistemática un conjunto de acciones, sobre todo de índole pública, a favor del mejoramiento y las condiciones materiales de vida de los más amplios sectores de la población, que deben ver garantizado su acceso al agua y su disponibilidad permanente.
Este año, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) señala que el 70% del consumo de agua se aplica a la agricultura, el 20% lo utiliza el sector energético y manufacturero, en tanto que solo el 10% es para uso doméstico. Asimismo, la OMS ofrece el parámetro al cual deberían ajustarse las políticas públicas relativas al recurso hídrico y las necesidades humanas, al señalar que se precisan de 50 a 100 litros diarios por persona para satisfacer los requerimientos básicos.
Es importante destacar que la propia ONU estableció desde el año 2010 que el acceso al agua potable (y al saneamiento de la misma) es un derecho humano fundamental. La conmemoración del Día Mundial del Agua cada 22 de marzo, promovida por dicho organismo internacional, busca incidir en la conciencia global dirigida al uso racional de este recurso, con una visión de futuro.
En este trascendente tema toca a cada Estado dar cauce a esa conciencia, para que el derecho humano al agua alcance en forma creciente a más personas y sea un elemento de igualdad entre ellas.
POR RODOLFO LARA PONTE
Rodolfo Lara Ponte: Acceso al agua, un elemento de igualdad
