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Chichis pa´ la banda

OPINIÓN

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Fue mi primer acercamiento con Telehit, a través de una pantalla de televisión veía su especial del Vive Latino completamente en vivo y dispuesto desde varios puntos del Foro Sol por los conductores del canal, hablando de música en español desde una fiesta musical hecha en México.   Desde la pantalla podía casi oler la escena... que por cierto huele a mota, polvo, chela en vaso de plástico y sudor de los montones de personas que se arremolinan religiosamente tratando de acercarse a los escenarios.   Fue la primera vez que tuve la oportunidad de ver a un conductor que no estaba disfrazado de nada; jeans y Converse, pero sabía de lo que estaba hablando, los referentes de discos, sencillos e influencias no paraban.   Yo tendría unos 14 años y la corazonada absoluta de que tenía que vivir esa experiencia. No sentada frente a la televisión, ni coreando a gritos desde una grada, sino sentada en uno de esos stands, platicando con Café Tacvba o alguna de las maravillosas bandas de ska que convierten su auditorio en un pelotón de guerra.   “Tenemos que ir”, le dije a mi novio que era músico y juraba que era muy rudo y vivía para la escena musical, pero el sólo me contestó que era peligroso y que le daban asco los baños.   Nunca lo quise menos y nunca pensé tanto que tendría que recorrer mi camino en solitario para tomar decisiones que me llevaran a festivales como ese, sin novios que le temen a los baños portátiles en estado apocalíptico.   Así fue, después de algunos años y de ganar un concurso para trabajar en Telehit (casting cuya dirección prácticamente me robé de una chica que apenas conocía), logré colarme casi como primer trabajo en el canal a una de las ediciones más increíbles del festival.   Recuerdo llegar en una camioneta por la parte de atrás con mi gafete de prensa, mi pulsera del hospitality (que era la fiesta VIP más increíble), y un cuadernito de notas de las bandas, porque #nerd. Recuerdo escuchar “Putita” de Babasónicos, ó Zoe y Panteón Rococó. Recuerdo sólo pensar que no existía en el mundo trabajo más fregón y divertido que el de hablar de música, escucharla y en el camino conocer a las personas que la hacen.   Fueron varias emisiones y varios años de mi vida en que tuve la satisfacción de cumplirle el sueño a la adolescente que veía la transmisión por televisión. Años después sigo pensando que estar parada en medio del polvadero, con unos tenis, y micrófono en mano, hablando de canciones, fue un privilegio que construyó parte de lo que soy y comunico hasta el día de hoy, y que la develación de su famoso cartel siempre logrará acelerar mi corazón.   COLUMNAS.ESCENA@HERALDODEMEXICO.COM.MX