El gobierno de EU ha admitido que el tiempo se agota y que resulta más que necesario avanzar a prisa. Para la administración de Trump es claro que la elección presidencial del 1 de julio en México es una complicación. Ahora bien, México no es el único país del TLC que tendrá elecciones: Ontario y Quebec, en Canadá también celebrarán comicios este año, y en EU habrá elecciones legislativas en noviembre.
Esto complica el panorama, puesto que mueve el ambiente a un pulso político poco estable.
Hasta este momento, las delegaciones de los tres países involucrados sólo han cerrado la quinta parte de los capítulos en liza, siendo muchas conversaciones con pocos resultados hasta el momento. El grupo de asesores que integran la delegación mexicana en la negociación esperaba dejar cerrados entre siete y 10 puntos en esta última ronda.
Hace un mes, en Montreal, la comparecencia conjunta se vio permeada de reproches de Lighthizer a Freeland, y en esa discusión Idelfonso Guajardo no participó. Este lunes el tono ha sido mucho más propio de una rueda de prensa. El trato entre los representantes de los gobiernos estadounidense y canadiense parecía a luces más amable y menos confrontativo.
El problema real, es el que señala el propio gobierno estadounidense: el tiempo se agota. Pero los resultados no se mueven un ápice.
Al finalizar el 2017 los tres países se emplazaron a lograr un pacto antes de acabar marzo, es decir, antes de que termine el presente mes; pero hasta el día de hoy parece vislumbrarse que terminará marzo sin acuerdo.
No es de extrañar que, dado el contexto y los antecedentes, el gobierno mexicano ahora no quiera seguir estableciendo fechas límite o probables plazos. Esta nueva postura hace suponer un clima de tensión que no aminora. Al parecer las negociaciones pasaran por el escenario de las elecciones presidenciales y la responsabilidad de los encargados de negociar se muestra ahora clara: México debe seguir en la mesa de negociaciones hasta que se logre su objetivo, mismo que no depende de calendarios políticos, pues la responsabilidad del Ejecutivo se mantendrá hasta el 30 de noviembre.
Guajardo ha señalado que sus dos homólogos en la negociación deberán tratar de aprovechar las cinco próximas semanas (hasta la ronda de Washington) para acelerar el diálogo, incluso priorizó que la siguiente ronda será quizá la más compleja.
En este tenor, si la negociación ya es lo suficientemente compleja, lo es mucho más si pensamos que el gobierno mexicano debe aislar de las negociaciones, en la medida de lo posible, la discusión sobre los aranceles al acero.
Lo que pretende hacer México en ese tema, es responder en el campo en el cual se está combatiendo. Es decir, atender a la estrategia de respuesta a los aranceles sobre el acero y el aluminio anunciados la semana pasada por Trump. En otras palabras, deberá enfocarse en ese sector, terreno aun no contaminando dentro de la negociación.
Esperemos el cierre de esta ronda. Sin duda el tema de los aranceles estará sobre la mesa y la pregunta es: ¿de qué forma?, puesto que el gobierno de Trump no precisa cambiar su postura hermética. Ha estas alturas tras la visita de Jared Kushner, asesor senior de la Casa Blanca, no se ha visto ningún avance significativo. El tratado es trilateral y eso es la clave de la negociación, ha dicho Guajardo. Falta ver qué tan dispuestas están las partes en funcionar bajo esta lógica de equilibrio.
Por Azul Etcheverry
Candidata del PRI al Senado