Daba la impresión de serenidad, tranquilidad y análisis. De la noche a la mañana volvió con sus disparates. Andrés Manuel López Obrador no tiene remedio. En su círculo más cercano y sus nuevas adquisiciones, han buscado de varias formas matizar su discurso. Tal es el caso de Tatiana Clouthier y Gabriela Cuevas que, en diversas entrevistas de radio, televisión y prensa han hablado de un López Obrador mesurado, tranquilo y analítico. Hay quienes inocentemente, aseguran, lo ven mucho más maduro que en años anteriores. Sin embargo, en los últimos días los disparates, las ocurrencias y las bravatas han vuelto a la carga en sus planteamientos ante la sociedad en general. El viernes pasado, ante banqueros, aseguró que, si pierde con fraude, “el que libere al tigre sea quien lo amarre” lo que ha sido interpretado como una clara amenaza de violencia ante su muy segura derrota. Los asistentes a la 81ª Convención Bancaria en Acapulco Guerrero poco aplaudieron; lo que pudo ser su oportunidad para “echarse a la bolsa” a los banqueros, se convirtió en un elemento más de rechazo a su propuesta y candidatura. Juan Pablo Castañón, presidente del Consejo Coordinador Empresarial le advirtió: “las amenazas de violencia son inaceptables en una democracia”. El lunes, en Zacatecas, López Obrador volvió a amenazar con la cancelación del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México en Texcoco. Anunció la construcción de dos pistas en la base militar de Santa Lucía. Imagine el disparate, aun no gana la elección y ya dispone del patrimonio de las fuerzas armadas del país. Se le ha dicho hasta la saciedad que técnicamente es imposible instalar un aeropuerto internacional en esa ubicación geográfica. López Obrador es un hombre necio. Aunque sabe las razones técnicas, es incapaz de aceptar que se equivoca. Un disparate más. López asegura que los inversionistas involucrados en la construcción del nuevo aeropuerto no perderán sus inversiones ya que sus trabajos los concluirán, pero en la base de Santa Lucía. No cuadran los números del eterno candidato. Cuando habla de una inversión de 40 mil millones de pesos en Santa Lucía, a los inversionistas les garantiza su operación por 140 mil millones; no tiene sentido. De qué sirve que este personaje sume a integrantes de otros partidos si de repente dice y grita lo que se le viene en gana. No tiene remedio. Lo que preocupa es que una parte de la sociedad mexicana no advierta sus disparates y solo piense en un voto irracional para una supuesta venganza política y social. Feo escenario.