Cruceros, la relación tóxica

Cuando de vez en vez, parece dañada la relación destino-empresarios, ya que al sentirse manipulada una parte, enferman o juegan a someterse y no acaban de solucionar o ponerle fin al nexo. A esto hay que llamarle: “Relación turística tóxica”. Sucede con uno de los negocios más prósperos; los cruceros. Este año, de acuerdo a datos del secretario de turismo, Enrique de la Madrid, se espera que México supere el récord de los dos mil 262 barcos del 2016, con un crecimiento de entre 13 y 15 por ciento de cruceristas. El año pasado, llegaron siete millones, 284 mil 121 personas a nuestros puertos –el más alto de la historia- un 13.3 por ciento más que el año anterior. Inegi además reporta que ingresaron 475.8 millones de dólares por concepto de éstos visitantes. ¿Con tal éxito, dónde está el daño? En que los destinos se convierten en estaciones de servicio, llevando al consiguiente abaratamiento del lugar. Por ejemplo; Cozumel. Es el puerto de cruceros más importante en el mundo. Recibe arriba de mil embarcaciones al año, trayendo aproximadamente 3 millones de pasajeros y adicional a ello, se calcula que por cada 3 pasajeros viene un tripulante, lo que sumaría un millón más. Pero esta isla no ha mejorado los servicios y la imagen urbana, tiene una oferta hotelera limitada –aproximadamente 4 mil habitaciones- los visitantes bajan para consumir poco y barato. Apostaron por los cruceros y se mantendrán anquilosados. ¿Qué tal si se cobra un impuesto por pasajero? Ya se había avanzado en las negociaciones cuando Rodolfo Elizondo era secretario de turismo federal. Llegaron a estimar un cobro de 4 dólares aproximadamente por visitante en barco. Las navieras aceptaron, pero de manera mañosa pusieron una condición, que el cobro lo realizara la Secretaría de Hacienda. A esa labor titánica nadie quiso entrarle y las cosas siguen igual. Para proponer salidas invité a tres expertos; Eduardo Barroso –versado consultor- “Estando de acuerdo en que paguen; lo importante es solicitar un cobro razonable por una sola vez y que el dinero sea etiquetado para el CPTM y para los puertos”. Por su parte, Javier Aranda, director del Fideicomiso de Puerto Vallarta –avezado negociador con navieras desde que estaba en Quintana Roo- propone: “El modelo de negocio puede evolucionar a favor del destino, siempre y cuando tenga producto turístico”. Mientras que César Castañeda –estudioso del tema, actualmente desarrolla productos de la especialidad- comenta: “Lo más práctico sería que los barcos sean los que paguen el impuesto, con el argumento de proteger el ambiente”. Coincidieron los tres que todo se puede, siempre y cuando exista la ley de 3V. Voluntad, voluntad y voluntad. Espero tus comentarios.