Para Sara y Sandra
La igualdad de género en México todavía está lejos, concluye desde su título un estudio reciente de la Organización para el Desarrollo Económico.
La brecha en la tasa de empleo entre hombres y mujeres está en 33.5 por ciento, mientras que en el promedio de los países de la OCDE es de 11.2 por ciento, que aun así es injusta. Entre quienes están en una nómina, los empleados varones ganan 16.7 por ciento más que sus contrapartes femeninas.
¿Cómo impulsamos la equidad salarial? ¿Poniéndola en la ley como proponen las plataformas de los partidos? El problema es la distinción. En una empresa es común que un empleado gane más que otro del mismo nivel por su productividad, valía y méritos, independientemente de su género. ¿Tasamos a todos parejo en aras de evitar esa brecha? ¿Entonces cómo impulsamos y recompensamos la creatividad y el desempeño? Necesitamos propuestas realistas y compromisos sociales efectivos.
El balance de género es una excelente estrategia de negocios. Un estudio a profundidad en que participaron grandes firmas como la Harvard Business Review y el Massachusetts Institute of Technology comprueba que un mayor equilibrio incrementa la innovación, la productividad y las utilidades de las empresas.
Cuando hay mujeres en cargos de liderazgo, la diversidad de habilidades que enriquecen los procesos de decisión aumentan la competitividad y la innovación, se reduce drásticamente la rotación de personal, se retiene al talento y se construye un mayor compromiso que significa mejores resultados en automático. Mujeres trabajando en la economía formal, pagando impuestos, siendo productivas y teniendo el respaldo familiar, social e institucional para ello, está comprobado, aumenta la recaudación fiscal, genera mucha más riqueza y por lo tanto acelera el crecimiento económico de un país.
Pero seguimos atorados en temas todavía más complejos. El acoso es el acoso y en él no hay grado. Las mujeres que lo sufren han preferido la risa como pantalla ante la minimización del problema por parte de su entorno con justificantes como “así es él, no le hagas caso”. Debería bastar con que alguien muestre incomodidad con una actitud o un comentario para evitar esa conducta. No hacer lo que no nos gustaría que padeciera un ser querido, dicta el sentido común. La equidad de género y el respeto son un asunto de educación en todos los órdenes.
¿Cuántas historias hemos sabido de mujeres que acuden a la autoridad para denunciar violencia, abuso o acoso, pero el proceso termina siendo otro infierno? Escribir leyes y disponer sanciones no lo es todo.
Las guarderías o las campañas de prevención del cáncer de mama o cervicouterino son necesarias e importantes, pero no tendrían que verse como el requisito cumplido de políticas en favor de la mujer. La guardería apoya en realidad a la familia en su conjunto. La salud es un derecho universal. Si las mujeres tuvieran próstata, seguro que también buscarían atención para eso.
La equidad de género es urgente en nuestra sociedad. Así que también es urgente que las propuestas sean realistas y estén acompañadas de políticas públicas integrales y consistentes. Instituciones fuertes y robustas, amplitud de miras y actuar en consecuencia.
POR ADRIANA DELGADO RUIZ
DIRECTORA GENERAL DE AZTECA OPINIÓN
@ADRIDELGADORUIZ