La "guerra comercial" lanzada por el Presidente estadounidense resultó igual que la propuesta construcción de un muro fronterizo, más bombo que platillo, pero también tanto una ominosa declaración de intenciones como una señal de los límites que enfrenta Donald Trump.
El mandatario estadounidense parece cada vez más frustrado por las restricciones políticas y legales que impone el sistema, de la parálisis legislativa por lucha entre partidos y entre facciones, al pantano burocrático y, sobre todo, las consideraciones políticas que rodean cada una de sus decisiones.
Trump parece aislado respecto al Partido Republicano con el que llegó a la Casa Blanca y correcta o incorrectamente ha comenzado a tratar de gobernar por sí sólo, con sus ideas y sus instintos como guía.
Pero eso hace por una complicada lucha ideológico-política dentro de su partido y nutre la oposición fuera de él.
Su propuesto muro es un ejemplo: una parte de su base lo apoya como expresión antiinmigrantes y nacionalista, pero gran parte de los estadounidenses lo rechaza, y las restricciones legales lo hacen un sueño no imposible, pero casi.
La imposición de tarifas a la importación de acero y aluminio, que desató los temores de guerra comercial, fue suavizada por la inclusión de excepciones posibles y directas, motivada en gran medida por la ideología de libre comercio que por décadas ha sido uno de los ejes de las tesis republicanas, la amenaza de interminables cuestionamientos legales, la preocupación por posibles represalias comerciales extranjeras. Y sobre todo por dos puntos: las complicaciones que tales medidas crearían para cadenas de producción integradas con otros países –como en el caso del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN)– y el temor a una recesión económica.
Pero la imagen es también típica Trump: se presenta como defensor de los intereses del pueblo trabajador estadounidense frente a la injusta competencia extranjera y a pesar de los intereses creados en Estados Unidos.
La realidad es cuestionable, pero Trump se dirige al sector estadounidense que se siente rebasado por el comercio internacional, olvidado por sus políticos y preocupado por el cambio social y económico en su país.
Ese 30/35 por ciento de los estadounidenses, fundamentalmente blancos en las regiones centro-sur, son también el núcleo del apoyo republicano y eso explica la renuencia o de plano temor de ese partido a romper con él.
Ese grupo es también la base con la que Trump cuenta para buscar su reelección en 2020 y como seguro político, sobre todo frente a una estructura tradicional republicana cada vez más irritada, pero también dependiente de la popularidad del mandatario.
Trump en todo caso ha comenzado a andar por el camino que debió transitar su predecesor, Barack Obama, que igualmente limitado por la oposición formal e informal gobernó en buena medida a base de decretos, algo que los republicanos atacaron, pero que hoy defienden.
Jueves 5 de Diciembre de 2024