Esperanza en tiempos de crisis nutrimental

Hambre creciente y obesidad fuera de control. Degradación de los recursos naturales. Persistente pobreza y desigualdad rural. Y el cambio climático. Estos son los principales enemigos de la seguridad alimentaria en América Latina y el Caribe. Hace un par de años, la región celebraba un logro histórico. En 2015, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) la reconoció como la única región en desarrollo del mundo en haber alcanzado la meta del hambre de los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Con 20 millones de personas habiendo superado el hambre en poco más de dos décadas, la región se convirtió en un ejemplo mundial, la prueba concreta de que lograr hambre cero era realmente posible. Pero las cosas han cambiado de forma bastante dramática desde entonces. En 2017 la FAO advirtió que el hambre había vuelto a aumentar en América Latina y el Caribe. Entre 2015 y 2016 el hambre creció en casi dos millones y medio de personas, hasta llegar a 42.5 millones. No ha estado tan alta desde 2008. Por sí mismo, esto sería motivo de gran alarma. Pero ahora el hambre convive con una epidemia de obesidad que afecta a toda la zona. Si a ellos sumamos los impactos del cambio climático en los sistemas agrícolas y medios de vida rurales, y el estancamiento de la reducción de la pobreza rural, se configura una tormenta perfecta de inseguridad alimentaria, una época de crisis nutricional para América Latina y el Caribe. Los niños de esta región son los que tienen más sobrepeso en el mundo: afecta a casi 4 millones de niños y niñas. Pero la situación de los adultos es aún peor: 96 millones de personas sufren obesidad, una cifraincreíble que excede la población de Colombia, Argentina y Costa Rica. Dado que el 20% de los habitantesrurales no puede siquiera comprar una canasta básica de alimentos, miles de personas están migrando para escapar de la pobreza, conflictos armados, crimen organizado o fenómenos climáticos extremos. Otros emigran de tierras que ya no producen. Pero aunque los desafíos son muchos, América Latina y el Caribe cuentan con las políticas públicas y acuerdos que sostuvieron los impresionantes avances sociales de las últimas décadas. Esas políticas no sólo fueron eficientes, fueron inspiradoras. Los programas que apoyaron el desarrollo de la agricultura familiar ayudaron a las mujeres a convertirse en una parte clave de la fuerza de trabajo rural y alimentaron a millones de niños mediante programas de alimentación escolar, dando un mejor acceso a la nutrición, no fueron sólo migas de pan para los pobres. Al contrario, fueron la columna vertebral y el corazón de un desarrollo económico y socialmente sostenible, incluso antes de la Agenda 2030. Porque si hay algo que es incuestionable, es que no podemos avanzar mientras millones sufren hambre y pobreza. Alimentarlos requiere transformar los sistemas agroalimentarios, para hacerlos más eficientes y competitivos, respetuososcon el medio ambiente e incluyentes. Para lograrlo, la FAO llamó a los países a intensificar la lucha contra el hambre, la malnutrición, pobreza rural y el cambio climático en la Conferencia Regional de la FAO, que se celebró en Jamaica del 5 al 8 de marzo. Esta fue mi última Conferencia Regional como Director General del organismo. Como tal, tengo un mensaje simple para todos los que se preocupan por la nutrición: el sueño de una América Latina y Caribe sin hambre sigue siendo tan importante hoy como lo era cuando me uní a la FAO hace más de una década. Incluso si el escenario actual es complejo, no debemos desesperar, es durante los tiempos de crisis cuando las sociedades muestran su verdadero valor. Colombia logró la paz después de décadas de conflicto. Brasil sacó a millones de personas del hambre y pobreza. Costa Rica reverdeció toda su economía. México exporta sus productos a los mercados más exigentes. Estos son sólo ejemplos de lo que nuestras sociedades han logrado. Nuestro objetivo sigue siendo hambre cero. POR JOSÉ GRAZIANO DA SILVA Director General de la FAO