Pelea burocrática y el nerviosismo estadounidense

Es un poco como aquella escena de la clásica película Casablanca, en la que el venal inspector Renault, presionado por los alemanes, se declara shockqueado al descubrir que en el bar Rick's hay juegos de azar. Para aquellos que hemos disfrutado de la cinta, no deja de hacer gracia que en ese mismo instante un empleado se le acerca para entregarle sus ganancias en el casino. De esa misma forma juegan los argumentos alrededor del equipo de la Casa Blanca. Algunos funcionarios y ex funcionarios estadounidenses citados por The Washington Post se declararon en estado de alarma porque los gobiernos de algunos países, incluso China y México, analizaron y discutieron sobre la posibilidad de aprovechar las debilidades e inexperiencia de Jared Kushner, asesor y yerno del presidente Donald Trump. Esa fue una de las razones usadas para justificar la decisión de limitar el acceso de Kushner a la información secreta que a diario se entregan los organismos de inteligencia a la Casa Blanca y que, según algunos recuentos, incluye lo que las agencias de espionaje de EU saben o han descubierto sobre las debilidades de líderes y políticos de otros países y pudieran ser relevantes para EU. El argumento es tan cínico como políticamente válido. Si los funcionarios de cualquier país que están en contacto con la Casa Blanca no están al tanto de la importancia y la influencia de Kushner, y no han discutido las mejores formas de influenciarlo, no han hecho su trabajo. Se llama política, primer curso, y por supuesto puede asegurarse que ellos lo han hecho a través de su historia y lo hacen. La convicción estadounidense de que funcionarios extranjeros trataron de influenciar a Kushner no sale de suposiciones ni del mero análisis, sino de información obtenida de comunicaciones interceptadas, del espionaje. Pero en alguna medida la excusa pone de relieve lo que parece una sensación de vulnerabilidad en EU, consumidos ahora por una investigación y un debate sobre los alcances de intervención rusa en las presidenciales de 2016. La excusa, tan cínica o tan idiota como suene, subraya una feroz lucha de poderes en la Casa Blanca, que involucra al general retirado John Kelly, jefe de asesores de la Casa Blanca, y al matrimonio de Ivanka y Jared Kushner, que gozan de la confianza del gobernante estadounidense. Kelly, dicen los enterados en Washington, llegó a la Casa Blanca con la misión de poner orden en lo que se consideraba una situación caótica, determinada por el estilo de trabajo del propio Trump y en parte por la competencia entre los diversos consejeros por su tiempo y atención. Una de sus medidas fue restringir y limitar las vías de acceso a Trump, que le valió elogios por poner orden, pero también una colección de enemigos, que encontraron sus mejores oportunidades en los errores del propio Kelly. Ahora se encuentra ya hace semanas en la cuerda floja, y su decisión de limitar a Kushner sería tanto una ventaja como una desventaja: su despido sería visto como una venganza, pero su propia influencia con el mandatario se vería deteriorada por su involucramiento personal.