La semana que está por terminar no fue buena para Andrés Manuel López Obrador. Cuando algunos lo evalúan bien, porque lo consideran más maduro y mesurado que en las elecciones presidenciales de 2006 y 2012, el precandidato de Morena volvió a mostrar que su carácter explosivo e irreflexivo lo domina. En apenas tres días emprendió pleito con intelectuales y con el Secretario de la Defensa, cuando ninguno de ellos dio motivos válidos para una reacción tan virulenta.
Primero fue la reacción furibunda por el artículo de Jesús Silva-Herzog Márquez. En un texto pulcro y preciso, como todos los de Jesús, describe el pragmatismo y oportunismo de López Obrador al sumar a su causa y su partido a toda clase de personajes de la vida pública y política. No importan sus orígenes ni sus historias personales. AMLO se ha convertido en una especie de Noe que sube su arca (Morena) a toda clase de especies para salvarlas del Diluvio y garantizarles su supervivencia en el mundo de la política.
Jesús Silva-Herzog Márquez es uno de los intelectuales y analistas más respetados de México. Sus juicios son siempre agudos, precisos, respetuosos e implacables. No tiene compromisos con nadie. Lo mismo critica al gobierno, que al PRI o a la oposición; a los legisladores y gobernadores; a burócratas o periodistas. Fue tal vez ese análisis impecable y critico lo que más dolió a López Obrador, quien reaccionó con desfortuna. Perdió el balance, la mesura y recurrió a lo que mejor le acomoda: la descalificación simplona.
Encuentro pocos elementos para poder hacer una critica negativa al trabajo de Jesús Silva-Herzog. Procuro que mi afecto y admiración por él no me influyan. Pero, de lo que no tengo duda es de que bajo ninguna circunstancia se le puede calificar de conservador disfrazado de liberal. Una de dos, López Obrador no conoce el trabajo y trayectoria de Jesús o le ganó la víscera y recurrió a lo que mejor sabe hacer: desacreditar a todo aquel que lo critica.
A través de sus respuestas por Twitter quedó manifiesta la intolerancia del precandidato de Morena. Enrique Krauze, otra de las mentes más brillantes del México moderno, intervino en el intercambio de mensajes. Invitó a debatir a López Obrador sobre el liberalismo. AMLO ya no respondió.
En lugar de eso cambió de objetivo y dirigió su mira, ni más ni menos, que al General Salvador Cienfuegos, Secretario de la Defensa Nacional. En su intento de desviar la atención lo criticó, pero se metió en otro lío. “¿Qué tiene que estar el secretario de la Defensa recibiendo un premio de la Universidad de Chiapas?, esa es politiquería. Que se ponga a hacer su trabajo”, dijo. Exigió al gobierno intervenir ante la ola de violencia que ha cobrado la vida, incluso, de candidatos y sacerdotes. López Obrador volvió a perder el balance y la memoria. ¿Olvidó que en el pasado criticó la presencia del Ejército en las calles? ¿No es el mismo que ha demandado el regreso de las tropas a los cuarteles? ¿Por qué ahora pretende que los soldados hagan tareas de seguridad que no están consideradas dentro de su mandato constitucional?
Precisamente son esos errores los que en el pasado le costaron dos derrotas en su búsqueda por la Presidencia de la República. Finalmente, se salió con la suya. El Doctorado Honoris Causa ya no será otorgado al General Salvador Cienfuegos, una enfrenta de esas que no se olvidan.
Martes 3 de Diciembre de 2024