Las elecciones del domingo en Costa Rica iniciaron un año en el que una mayoría de los latinoamericanos habrá de votar por nuevos gobiernos en siete países de la región, pero en medio de lo que la revista America's Quarterly define como "un vacío de liderazgo significativo e históricamente inusual en la región".
El duro análisis de la publicación consigna que "las elecciones nacionales se llevarán a cabo en los pesos pesados de América Latina, Brasil y México", pero además de Costa Rica, también en Colombia, Paraguay y lo que definen como "el fraude electoral pendiente de Venezuela".
Los analistas Michael Camilleri, un antiguo asesor del Departamento de Estado, y Ben Raderston, señalan que la región enfrenta un raro momento –"históricamente inusual", dicen– con unos Estados Unidos "cada vez más impopulares en su antigua esfera de influencia; su posición comparativamente débil en las Américas es atribuible a las tendencias a largo plazo, así como a los errores de la Administración (de Donald) Trump, desde el comercio a la inmigración, a las amenazas de intervención militar".
Según el artículo, "lo que es sorprendente, sin embargo, es que ningún otro país trata de llenar el vacío". De los latinoamericanos, Brasil está "paralizado por la recesión y una profunda crisis política; se ha vuelto hacia adentro y ha reducido sus ambiciones internacionales".
México, "consumido por la corrupción y la violencia, tiene un Presidente impopular y un establecimiento de política exterior preocupado por mitigar el impacto de la presidencia de Trump en el TLCAN y la inmigración".
La economía de Venezuela casi ha colapsado y convirtió la difusa coalición diplomática "bolivariana" de Hugo Chávez en un esqueleto, aunque las divisiones que sembró paralizan aún más la diplomacia regional.
Los presidentes salientes de Colombia y Chile, respetados en el exterior, se han visto obstaculizados por su impopularidad interna. "China ha aumentado su influencia hemisférica, pero hasta ahora ha utilizado su influencia para promover objetivos principalmente económicos en lugar de políticos".
Así dice el texto, parece como si las Américas estuvieran en una tregua geopolítica, libre de grandes batallas por la influencia regional, pero sin una visión lo suficientemente grande como para unir a toda o una parte significativa del continente. Se preguntan en todo caso si se trata de una nueva realidad, de una América "desprovista de naciones con la voluntad, y mucho menos la capacidad de proyectar poder e influencia más allá de sus propias fronteras".
Sería posible estar en desacuerdo con detalles del análisis, pero no con la conclusión: hay una falta de líderes del tamaño necesario y una ausencia de liderazgo en una región donde las políticas domésticas reflejan profundos descontentos y los partidos y sus dirigentes piensan en fórmulas de mediados del siglo XX, pero con acceso a medios del siglo XXI.