Día cero

La segunda ciudad más poblada de Sudáfrica se quedará sin agua en mes y medio. La fecha fatal es el 16 de abril. Es el día que fijaron las autoridades para que cierren la llave a Ciudad del Cabo. Cuatro millones de pobladores, negocios y zonas residenciales sufrirán el peor desabasto de su historia y cientos de militares saldrán a la calle para custodiar 200 puntos que instarán para dotar de agua a la ciudadanía. “Hemos llegado a un punto de no retorno”, declaró la alcaldesa Patricia de Lille, quien por más que lo intenta no puede borrar la imagen casi apocalíptica de la ciudad que gobierna. Una prolongada sequía de cuatro años –producto del cambio climático-, el crecimiento de la población, la falta de infraestructura pública, pero sobre todo la lenta respuesta del gobierno, fueron los factores que detonaron un problema que amenaza con convertirse en una crisis humanitaria. En las calles se libra una batalla cotidiana entre quienes buscan tinacos para construir improvisados pozos y entre quienes se arrebatan de las manos botellas y garrafones de agua en supermercados. No hay visos de solución. Y lo más preocupante es que la autoridad sólo espera un milagro: que la próxima temporada de lluvias sea más benévola con ellos. Ciudad del Cabo se encuentra a 13 mil 700 kilómetros y a 17 horas en vuelo directo a la CDMX, pero el tema del agua aquí y en Sudáfrica es de vida o muerte, tanto que en días recientes revivió en nuestro país el debate sobre la Ley General de Aguas. En la Cámara de Diputados hay un borrador que, para muchos, propone privatizar a perpetuidad el agua, pero para la Conagua no existe, ni por asomo, la intención de hacerlo. Lo cierto es que el gobierno federal tiene claro el diagnóstico. Hemos avanzado en el abasto y la infraestructura, pero donde está el problema es en los municipios. La mayoría no tiene ni la capacidad ni los recursos para evitar que sigan contaminando los mantos freáticos con descargas de aguas residuales. Y, por si fuera poco, tienen un desorden en el cobro y el suministro. Tan mal está la cosa que, guardadas las proporciones, están igual o peor que en Ciudad del Cabo. No hay que ir tan lejos: colonias de Iztapalapa no llegan ni a tuberías. En Ecatepec hace décadas que sólo reciben agua dos veces a la semana, mientras en las calles sentó sus reales una mafia de piperos que vende agua al mejor postor y a precio de petróleo. Estamos en pleno proceso electoral y a poco del arranque formal de las campañas. Veremos qué tan inteligentes son las propuestas que traen sobre el agua los miles de candidatos que aspiran a uno de los 3 mil 406 cargos que estarán en juego el 1 de julio, en todo el país, porque para la grilla, nos queda claro, todos son bien buenos, pero para resolver problemas reales la mayoría de los políticos esconde la cabeza como avestruz. *** Y como dice el filósofo… Nomeacuerdo:  "La cura para todo es siempre agua salada: el sudor, las lágrimas o el mar".