Animal Spirits

Recientemente, la prestigiada revista británica The Economist anunció en su portada que había un “Bull Market in Everything” (es decir, que todo activo estaba sobrevaluado). La razón (palabras más, palabras menos) es que hay demasiado dinero persiguiendo pocos bienes. Esto normalmente se traduce en inflación a lo largo y ancho de la economía, pero el ingreso de cientos de millones de trabajadores (Asia), más los incrementos en eficiencia (tecnología), han logrado mantener el precio de los bienes de consumo relativamente estable. No así los activos que, al buscar rendimiento en un mundo de tasas de interés casi nulos en términos reales, han visto un dramático incremento en su precio. Esto independientemente de que el bien sea el arte, autos de colección, vinos, etc.,además de la muy aparatosa Bolsa de Nueva York. En México, los mercados han estado bajo la influencia de tres factores: 1) la incertidumbre en torno al futuro del TLCAN, 2) la posibilidad de que gane un candidato antisistema en las elecciones del primero de julio (“el efecto AMLO”), y 3) el desgaste constante de la inseguridad y la corrupción. Éste último no lo mencionan mucho los analistas financieros, pero puede ser el más importante, ya que golpea constante e incesantemente la confianza en el país. Al mismo tiempo, el Banco de México ha mantenido su política restrictiva por medio de tasas muy altas de interés (los Cetes están arriba de 7%), lo cual es un freno a la economía, mismo que de todas maneras no logró mantener a la inflación (que cerró 2017 en 6.77%, la más alta en 17 años). Esto era lógico, dado que no hay tasa de interés que logre contrarrestar el antimexicanismo del presidente estadounidense. La gran ironía en todo esto es que, si EU realmente quiere reducir el déficit comercial con México, la mejor manera de hacerlo es con un peso más fuerte. De hecho, si el peso estuviera en 10 por dólar, se borraría el déficit y por lo menos mejoraría el poder adquisitivo de los mexicanos que todavía conservaran su empleo. En ese sentido, las barbaridades del jefe del Ejecutivo de EU han sido contraproducentes para su propia finalidad. Desde que el actual presidente ganó la elección, el 8 de noviembre de 2016, ha sorprendido a los analistas el que los mercados no se preocupen por el factor de riesgo que significa tener de presidente a la persona menos calificada de la historia moderna. Súmese, el que lo errático pueda desatar una guerra nuclear y tenemos una serie de temas por demás preocupantes. Pero el “ímpetu animal” (como le llamaba Keynes) del inversionista ha hecho que las buenas noticias prevalezcan como narrativa central del mercado. Es muy probable que sigan los buenos tiempos en los mercados financieros, ya que el crecimiento coordinado de las principales economías es un motor importante, además del estímulo que significó la reforma fiscal estadounidense. Sin embargo, los recientes ajustes nos muestran que la codicia y el miedo son simbióticos y que haríamos bien en estar un poco más en alerta.   Por Agustín Barrios Gómez