Pensaba escribir, con motivo de la Cumbre Mundial de Comunicación Política que empezó en México, de cómo en ese mismo foro, en Argentina, el publicista Memo Rentería conoció a El Bronco y le propuso llevarle su campaña a gobernador y de cómo cinco años después padece una estrepitosa caída popular. Pero como en mi Tláhuac están ocurriendo situaciones atípicas me propuse usar este espacio cuando las historias lo ameritaran. Por eso, voy a contar cómo la noche de Fiesta de Luces y Música en Zapotitlán se convirtió en un infierno el domingo para turistas y nativos.
En este lugar, a 45 minutos del centro de la ciudad, por tradición, las mayordomías se organizan para la festividad dos veces al año para honrar sus creencias religiosas. Durante años no me perdí el espectáculo: subía a las azoteas de casas cercanas a la iglesia del pueblo para ver los castillos de fuegos artificiales tan altos como el templo levantado tras la caída del imperio mexica. Desde ahí miré la silueta iluminada en una corona de ramas secas de Santo Cristo crucificado dando vueltas de cabeza antes de salir disparado por los aires mientras una banda musical estilo Sinaloa sonaba los trombones. Abajo, a los costados, la gente se emborrachaba y bailaba de brinquito.
En febrero y julio las bombas y los cohetones estallan y unas luces blancas y multicolores iluminan como el amanecer las noches negras de Tláhuac. Las señoras aplauden y algunas reposan las manos en la barbilla, como si rezaran. La ensordecedora exhibición espanta a foráneos atraídos por la fama del festival o emociona hasta a nativos incrédulos del Señor. Pero la noche del domingo, con la Luz del Ritmo de los Fabulosos Cadillacs como fondo, el manejo de la pirotecnia (hoy digitalizada) se descontroló y sobrevinieron los estallidos captados en múltiples videos que circulan en redes sociales. Se ve a personas heridas e inconscientes. La autoridad ha mantenido el caso en sigilio.
Tengo parientes y amigos mayordomos. Algunos de ellos destinan sus ahorros a las fiestas para ganar la competencia de juegos pirotécnicos. De hecho, en el arco de recepción a Zapotitlán una escultura de bronce muestra a un hombre cargando un toro con cohetones: ese es, con orgullo, el símbolo del pueblo. Sé que mi opinión puede costarme enemistades en el barrio, pero hay tradiciones que no deben ni pueden continuar como las conocemos ahora. Además de los heridos, el monitoreo atmosférico de la ciudad reportó ayer pésima calidad del aire en Tláhuac. #AltoalaPirotecnia.
En los carnavales de Semana Santa, los lugareños forman comparsas que bailan en las calles y acompañan a las reinas risueñas a bordo de carros alegóricos. Cargaban armas de fuego y disparaban al aire ante la mirada de policías. Esa tradición, sin embargo, terminó después de varias muertes imprudenciales, entre las víctimas hubo niños. Urge ahora información sobre el infierno del domingo, abrir la discusión sobre el uso de los fuegos artificiales y explosivos en las pueblos y pensar cómo apoyar la transición de las tradiciones.
Sábado 7 de Diciembre de 2024