¿Grietas en las organizaciones latinas?

El presidente Donald Trump afirmó en su mensaje sobre el Estado de la Unión que todo está bien gracias a él, su informe desató una feroz controversia en la organización latina de derechos civiles más antigua de Estados Unidos: La Liga de Ciudadanos Unidos Latinoamericanos (LULAC, por sus siglas en inglés). En una carta a la Casa Blanca, el presidente de LULAC, Roger Rocha, elogió la propuesta de otorgar ciudadanía a los jóvenes indocumentados conocidos como dreamers, a cambio de mayores fondos para seguridad fronteriza y cambiar radicalmente la política migratoria del país, incluso eliminar la posibilidad de que inmigrantes legales pudieran auspiciar la llegada legal de sus familiares. "La posibilidad que cientos de miles de dreamers pudieran conseguir la ciudadanía es algo que la organización puede apoyar", decía la carta. Casi de inmediato los republicanos en el Congreso la mostraron como ejemplo de que la comunidad latina no se opone a sus propuestas y de la Casa Blanca. Según ellos, LULAC estaría a favor porque es una buena solución al asunto de los dreamers y ayuda a resolver el tema de seguridad fronteriza. Pero otras organizaciones latinas extraoficialmente estaban asombradas de que LULAC respaldara al Presidente y su política de mano dura hacia la inmigración, y tenían razón: Rocha envió la carta sin pedir la opinión interna de LULAC o el permiso de la mesa directiva. Brent Wilkes, el director ejecutivo y portavoz de LULAC, casi de inmediato señaló que los comentarios de Rocha no representaban las opiniones de LULAC. "Quiero dejar bien claro que lo que dijo Rocha son sus propios comentarios y no habla a nombre de la organización", dijo Wilkes, al precisar que las posiciones del grupo se deciden mediante consultas internas. En las redes sociales hubo un escándalo, con denuncias y exigencias por la salida de Rocha, que al final retiró la carta pero no renunció. Algunos se preguntan sus razones iniciales y hasta donde fue por la frustración de muchos grupos latinos por la demora en un proyecto de ley para ayudar a los dreamers y la creencia de que tal vez sea tiempo de hacer concesiones a la Casa Blanca para llegar a algún tipo de legislación. Pero eso es parte del problema en el diverso clima antiinmigrante fomentado por el presidente Trump. Él mismo canceló el programa bajo el cual los dreamers podían vivir y trabajar legalmente en el país, y los puso en riesgo de deportación al emplazar al Congreso a resolver el problema antes de marzo. Pero hasta ahora, la Casa Blanca y legisladores conservadores han bloqueado todas las propuestas para resolver la situación, con exigencias políticamente inaceptables para los demócratas, como fondos multimillonarios para otros asuntos o prolongar por 10 o 15 años la ruta a la legalización, aunque quieran ayudar a los dreamers. La retórica del Presidente en su discurso a la nación culpó a pandillas latinas, como MS-13, de todo mal, y usó para justificar sus demandas de mayor seguridad fronteriza. La carta de Rocha y la controversia en LULAC representan el desespero y frustración de muchos al no ver progreso, mientras decenas de miles de jóvenes dreamers indocumentados siguen a la espera. Por Patricia Guadalupe Periodista