Querer ser amo cuando no eres dueño ni de ti mismo

Mi abuela yucateca siempre decía que las personas de la capital se asustan muchísimo de las palabras y nada de las acciones. Evidentemente ella se refería al lenguaje altisonante con el que estaba acostumbrada a hablar y logrando sonrojar casi a cualquiera. Ahora entiendo de manera más clara a lo que se refería y lo veo reflejado en un mundo que está plagado de denuncias por acoso, violencia y una desigualdad que me hace pensar que tantas escuelas e iglesias no nos han enseñado lo importante. Que va mucho más allá de las palabras en los libros, en las doctrinas... está anclado en las acciones y sus consecuencias. Todos tratamos de pensar el porqué de hechos terribles ya consumados y la verdad está en que cada día entre todos sembramos el camino para que se lleven a cabo. Casi nos acostumbramos a escuchar qué gente es abusada por sus superiores sin detenernos en el hecho de que la subordinación se presta exactamente a esto y si logramos ser más crudos, atrevernos a vislumbrar que en un sistema donde la ética es el libro que nunca se bajó del estante: una de las razones por las que existe. El poder y todos sus vértices vergonzosos. El poder y esa tesis que bien requiere detenernos a pensar que es un estatus que sucede y transforma a su paso todo lo que toca, como cuando te das cuenta de que no necesitas hacer algo o no correctamente y aun peor, que esa situación puede hacer que otros lo hagan por ti. Por eso, en medio de este caos mediático en el que se destapan las cloacas de la subordinación, no olvidemos que los escalones estaban bien definidos, claros y suficientemente distantes los unos de los otros para hacer permisible cualquier cantidad de injusticias. Se previene no sólo con la conciencia de que en menor o mayor grado todos tenemos poder y hasta cierto punto todos hemos abusado de él, también recordando que la manera en la que el embudo funciona, sólo puede ser transformando con conciencias dirigidas a la empatía y el respeto. Así pues, es evidente que ningún tipo de abuso está justificado, bajo ninguna circunstancia pero habrá que hacer un examen personal bastante rudo en el que nuestra doble moral no juegue partida y seamos capaces de encontrarnos vulnerables y reales ante la forma en que reaccionamos y accionamos cualquier tipo de privilegio. Un mundo en el que escalar por encima de los otros es sinónimo de éxito, penderá siempre entre el peligro del abuso, que en el mejor de los casos será detectado y sólo a veces denunciado. Sólo se puede pedir no escudarnos en razonamientos dobles y recordar que la base no es tan complicada y que como logro ahora leer el razonamiento de mi abuela: no está en decirlo de manera correcta, sino de hacerlo correctamente apelando siempre al sentido de humanidad que nunca falla.