No me sorprende que otra vez el basquetbol mexicano esté metido en un conflicto que perjudica el desempeño de la selección nacional y los resultados en competencias internacionales, ya sean de carácter federado o profesional. No me sorprende porque, como siempre, lo que está en juego son los intereses personales de cada uno de los actores de esta familia disfuncional llamada basquetbol mexicano.
He visto a directores de la CONADE ufanarse de que solucionaron la añeja problemática, entre ellos Bernardo de la Garza, Carlos Hermosillo y Alfredo Castillo. La realidad se les para enfrente y les enseña que no basta la voluntad o las ganas, que los intereses de cada quien pesan y que creer que ser “amigos” de los jugadores o de los entrenadores sienta bases sólida para trabajar como se debe es un error.
El peor pecado de Castillo es haber pretendido arreglar a billetazos el conflicto. El español Sergio Vadeolmillos será muy buen entrenador, pero a la hora de cobrar se le consintió de más y se le otorgaron privilegios al margen de la transparencia que rige la administración pública. Hoy está exigiendo, otra vez, que le paguen lo que se le debe. Por eso ya no está al frente de la selección. Ya se peleó con Castillo, pues. Igual que Gustavo Ayón.
Lo mismo ocurre con su auxiliar Ramón Díaz, que estuvo muy cerca de la CONADE con el proyecto de la Academia de Basquetbol, pero cuando recibió la oferta de entrenar al equipo Capitanes de la CDMX quiso dobletear. A Castillo ya no le hizo gracia. Y Díaz va y viene de la selección según se necesite. El viernes pasado en el clasificatorio para el Campeonato Mundial de China 218, México fue humillado 100-80 por Puerto Rico (que dirige Eddie Casiano, viejo conocido, y maltratado, en México). Este lunes, México se medirá a Cuba. Veremos qué son capaces de rescatar los jugadores y hasta donde llega Díaz.
Otro pecado: permitir que ilegalmente el abogado Gilberto Hernández Oseguera esté al frente de la ADEMEBA, la asociación civil que supuestamente rige el baloncesto mexicano, pero que ni siquiera está en orden. No debería ni recibir recursos federales, aunque Alfredo Castillo ya le abrió la cartera. Hernández también tiene sus propios intereses. Se sacó la rifa del tigre. No le auguro que se quede mucho tiempo. La bomba le va a estallar. A menos que quiera ser el nuevo Jorge Toussaint y se vuelva igual de cínico y destructivo.
A México le urgen buenos resultados en este deporte. Lo que el país necesita es que no pasen otros 40 años sin llegar a un Mundial; le interesa que vaya al Mundial y a los Juegos Olímpicos un equipo competitivo capaz de, poco a poco, ir escalando posiciones.
Es muy fácil decir que un país de 120 millones de personas está lleno de talento por doquier porque además hay más canchas de baloncesto que de futbol. Ya vimos que el talento sin estructura ni orden administrativo no sirve. Ya nos quedó claro que si cada parte de esta maquinaria no se concentra en hacer su trabajo por el bien común vamos a seguir hundidos en el lodazal de la derrota deportiva. Me duele más que los jugadores antes que pensar en entrenar para ganar –y de pasarla a todo a dar en los antros con riña incluida- pretendan condicionar su participación a la solución de sus problemas laborales.
Diacrítico. Una cosa es ser seleccionado nacional y otra empleado de un club. No se les olvide, señores.