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Entre un muro y una pared

OPINIÓN

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A finales de la semana pasada, el primer ministro australiano, Malcolm Turnbull, visitó al presidente Donald Trump, en lo que fue su cuarto encuentro en 12 meses. Hace poco más de un año, Turnbull había sido, junto con el presidente mexicano Enrique Peña Nieto, uno de los dos prominentes receptores de la irritación de Trump, que en su primera conversación telefónica reclamó al jefe de gobierno australiano por el acuerdo, según el cual, Estados Unidos aceptaría un número de refugiados originalmente alojados en Australia. Según analistas, fue entonces cuando Australia decidió "doblar la apuesta" en su relación con Estados Unidos, que económicamente importante es menor que el comercio australiano con países como Corea, Japón y sobre todo China, que es ahora el principal socio comercial de Australia. Pero para los australianos el balance geopolítico y estratégico es importante. Las rutas de comercio australianas con Japón, Corea del Sur y en cierta forma con China misma, dependen de rutas de navegación abiertas y garantizadas de hecho por la armada estadounidense. Mantener el balance es importante para los australianos, que comercialmente dependen más de su intercambio en conjunto con  las naciones de la Cuenca del Pacífico que sólo con China, y en términos de alianza militar o de inteligencia son y han sido por un siglo una de las piedras angulares para los intereses occidentales. La semana pasada se dio también el anuncio de que por segunda vez en menos de 13 meses se cancelaba una visita del presidente Peña Nieto a la Casa Blanca, frustrada de nuevo por la insistencia del presidente Trump en abordar públicamente la construcción de un muro en la frontera común y la negativa del mexicano a considerarlo. Rebasada, o casi, la idea de que México pague por ese muro, Trump asegura que no puede dejar de mencionar la construcción de un muro fronterizo, que según sus luces, resolverá el problema de la seguridad de EU. Pero en su campaña electoral insistió en que haría pagar a México, y  de acuerdo con todos los reportes, Trump cree que es desconsiderado que el mexicano rechace el tema cuando es políticamente importante para él. Fuera de eso, dicen algunos, la relación es excelente. Y puede serlo por cierto. Después de todo, los aparatos gubernamentales de ambos países llevan años o décadas en el hábito de aislar problemas con el manifiesto propósito de evitar que las diferencias en un tema contaminen el resto de la agenda. Pero nunca había ocurrido que la divergencia pública y tan abierta  de opiniones fuera entre los dos presidentes, y que se tradujera en la cancelación de encuentros oficiales. Trump y Peña Nieto han tenido reuniones en el marco de reuniones como la del G20, pero no han intercambiado visitas, mientras sus respectivos gabinetes mantienen una muy fluida comunicación. Australia y México son naciones distintas, con necesidades y políticas evidentemente diferentes. Los dos, por cierto,  son parte del acuerdo Comercial del Pacífico que Trump rechazo en principio.