Su Majestad

Cuando los titulares deportivos reprodujeron la declaración de Roger, que en cierta manera ansiaba el retiro, nuestro corazón se detuvo. Las razones expresadas dicen mucho acerca del hombre que ha roto un sinnúmero de marcas deportivas en sus 36 años, pero que sobre todo ha llegado al corazón de propios y extraños por su humanidad. Nacido en Binningen, Suiza, el 8 de agosto de 1981, desde pequeño practicó basquetbol, bádminton, ping pong y futbol soccer, por el que consideró decantarse. Seguramente de esa etapa le viene admirar a las grandes figuras de todas las disciplinas, declarándose fan de Michael Jordan en su tiempo, y actualmente de Lio Messi y Tom Brady. A los 12 se decide por el tenis, a los 14 era campeón nacional y a los 16 abandona la escuela para dedicarse en cuerpo y alma al deporte que lo convertiría en uno de los mejores deportistas de todos los tiempos. En 1998 gana, como jugador junior, el torneo de Wimbledon, tanto en rama individual como en dobles, pero pierde la final en el Abierto de los Estados Unidos frente al joven argentino David Nalbandian. El tenis es un deporte complicado, los jugadores que compiten solos no pueden apoyarse en un equipo al momento de la verdad, y la amplísima variedad de torneos y partidos les exigen una condición física especial y el desarrollo de una estrategia que permita enfocar la energía en los lugares correctos. Los tenistas pelean punto a punto los sets, partidos, torneos y clasificaciones y llegan a coronarse en un Grand Slam. Pero los logros no duran y a la vuelta de la esquina se encuentra el siguiente reto. Por eso llegar a ser el mejor del mundo es complicado, pero mantenerse es extraordinario. Roger es el mejor de la historia: ha ganado 97 títulos de la Asociación de Tenistas Profesionales y 20 Grand Slams, mil 144 partidos, y acaba de arrebatar al legendario Andre Agassi el récord del tenista más veterano de todos los tiempos en ser el mejor del mundo, porque este deporte tradicionalmente retira a sus jugadores rondando la treintena. Pensar en Federer es remitirse a la precisión y la perseverancia. Su golpe de derecha y su revés son excelentes para meter al contrario en apuros. Su disciplina le permitió llevar sus habilidades más allá de los límites. En 2012 todos lo creyeron en declive, pero durante cinco años se esforzó por regresar a la cima, incluso en 2016 después de la lesión que lo dejó fuera más tiempo en su carrera. Hoy su pasión lo corona de nuevo y tiene como meta jugar en lo alto hasta los 40. Y sí, aún puede seguir puliendo su leyenda. Las motivaciones de Roger no son secretas: ama su deporte, su naturaleza competitiva lo impulsa a ser el mejor siempre y se siente feliz de enorgullecer a su familia con la que viaja siempre. Un grande humilde que es ecuánime en la derrota y se conmueve hasta las lágrimas en el triunfo. Larga vida al rey, su majestad Roger Federer.