Los partidos políticos son el instrumento en los cuales los ciudadanos se agrupan, según los principios, línea política, programa y reglas a los que son afines.
Hasta hace poco, el ciudadano sólo podía acceder a puestos de elección popular a través de su militancia partidaria.
De ahí que la participación militante debía regularse para que las aspiraciones a alguna candidatura cubrieran los requisitos establecidos por los diferentes institutos partidarios.
Sin embargo, los estatutos de cada uno de los partidos debería cubrir una cláusula democrática,
la cual garantizase una competencia de piso parejo para todos los militantes que aspiraran a competir electoralmente, y es esta cláusula democrática la que ha sido violen- tada una y otra vez por las dirigencias partidistas, de ahí las miles de impugnaciones que son dirigidas a los tribunales electorales en turno y peor, las rupturas internas, pan de cada día en la definición de candidaturas.
Convocatorias -para elección o designación de candidaturas- nunca publicadas o violentadas en tiempos y formas, registros irregulares de precandidaturas, elecciones internas poco confiables, consejos electivos fuera de reglas estatutarias, acuerdos de cúpulas, imposiciones de uno o varios dirigentes, grupos o corrientes partidistas, planchas, cargadas, votos a mano alzada de mayorías irracionales y convenencieras, tómbolas, encuestas fantasmas y otras perlas vergonzantes de la cotidianidad partidaria han sido, desde hace varios años, los métodos que frustran, en cada proceso electivo, a miles de militantes partidistas.
El Instituto Nacional Electoral y los tribunales electorales han sido omisos y han optado por el “respeto a las reglas internas” de cada partido.
Pocas son las ocasiones en que un militante encuentra justicia para, contracorriente partidaria, acceder a lo que es su derecho, “votar y ser votado”.
La opacidad de todos los partidos en la designación de candidaturas inhibe a los ciudadanos para hacerse parte militante de un partido político, de ahí la bondad en la nueva ley electoral que permite candidaturas independientes.
Este nuevo derecho ciudadano, plausible en tanto el valor individual de ciudadanos con propuestas y trabajo cercano a su ámbito territorial, tiene un gran defecto.
La claridad de una línea política y un programa, con los cuales el votante pueda identificarse y ejercer su derecho de manera razonada.
La democracia en torno a la vida electoral aún es imperfecta, su construcción debe obligarnos a considerar nuevas formas de llevarla a cabo, pero ante todo debe sustentarse en el respeto irrestricto de las leyes que hoy nos rigen.
SENADOR POR MORENA