La marca periodista

Estimado fan, de parte de cualquier medio que sigas, no sólo deportivo, tienes el derecho a recibir información de calidad, corroborada tras una investigación rigurosa e interesante para ti. Pero crees el riesgo de no obtener lo que mereces. Como en todas las profesiones, hay buenos, regulares o malos periodistas, analistas, informadores o animadores —cada uno de estos roles con su respetable contribución al show mediático—. La falta de cultura es la peor carencia de quien desea hacer carrera en el periodismo, porque no podría percatarse de su real estatus profesional, estancado en la frívola creencia de que el medio hace al periodista, cuando es justo lo contrario: un periodista es el que le da credibilidad al medio, con la pulcritud de su quehacer cotidiano. Un periodista debe estar consciente que el prestigio de un medio se debe a la reputación que adquiere en torno a la credibilidad, y ahí fundamenta su valor de marca. Debe comprender que su aportación personal a este esfuerzo conjunto de todos los que trabajan en una entidad periodística es sustancial para sumar a ello. Y, sin embargo, también debe comprender que él mismo tiene su propia reputación y valor de marca. Las empresas informativas, sean periodísticas, de infoentretenimiento o de otros contenidos, poseen marcas que basan su reputación en la calidad de sus procesos y productos. La conducta extra laboral de una persona puede usar- se para ejemplificar la del resto de la organización. Por eso resulta graciosa la aclaración que muchos informadores utilizan en sus biografías de redes sociales: “Sólo opiniones personales”, como desprendiéndose a placer de la responsabilidad de cargar con la imagen del medio en el cual trabajan. Esto es imposible. Primero, no es posible despojarse de la camiseta de una empresa, porque su imagen permea con la de ella, aunque duerma o tenga actividades personales fuera del horario de trabajo. El segundo argumento es que las redes sociales son públicas, y un informador será siempre relacionado con el medio en el que labora, y en ocasiones hasta después de cambiar de empresa, porque la gente puede recordarlo como parte de la anterior. Así como algunos deportistas se quejan del escrutinio público con una conducta social escandalosa, alegando que también tienen vida privada, de igual manera los informadores de los medios son personas —no necesariamente figuras— públicas, cuya imagen representa 24 horas del día a un medio. Como un atleta, el informador que llega a las masas construye a cada momento una marca personal. Urge que lo note antes de que sea demasiado tarde.