El peligro necesita atenderse

Es cierto aquello de que el peor enemigo de Andrés Manuel López Obrador es Andrés Manuel López Obrador. Él mismo pone recurrentemente el dedo en su propia llaga, no hace falta que alguien lo señale, ni que otros lo exhiban; lo hace solito y contundente como pocos. El dueño de Morena es sumamente competente para actuar con demencia al tratar de hacer política, quizás por sus muchos años como suspirante a la Presidencia de la República. Así lo evidenció en su discurso de toma de autoprotesta como candidato a la elección de este año. Sin menor recato o filtro verbal, sostuvo que actuará rayando en la locura contra la corrupción, y se notan los méritos, como considerar para una senaduría a un líder sindical señalado y acusado de corrupto con alto grado de certificación. No tiene vergüenza su invitación a regresar con fanfarrias a Napoleón Gómez Urrutia. Obvio se habla de dinero de por medio, para alguien que vive de nada y no lo necesita. Es insólito y es una burla. Ese día, como amenaza, advertencia o aviso, habló de hacer locuras si llegara a la Presidencia. Toco madera, porque se asume omnipotente y ha anunciado que hará todo para pacificar al país. De terror, si en su gabinete apareciera el nombre de algunos encumbrados líderes de los carteles de la droga, dada la anunciada y patética amnistía para los delincuentes. López, más que rayar en la locura, ya está instalado en ella, y así quienes le siguen creyendo. Estimado Antonio Solá, el peligro está activo, de ninguna manera ha perdido vigencia su frase. En este sentido, qué bien lo ha retratado Margarita Zavala en su discurso tras haber logrado superar la prueba del millón de firmas para ser candidata: López Obrador representa la política que hace a un lado los valores por la ambición vulgar por el poder, va haciendo alianzas con partidos y políticos con ideas antagónicas. Es el ropavejero de la política, rendido ante la conveniencia y el oportunismo. Lo hemos visto, y a otros, rayar en la chifladura, pisar la democracia, decidir y actuar autoritariamente, y aliarse con los de ideas contrarias. Quienes hoy ya han pisoteado sus principios, así pisotearían las leyes. Repartirían el poder con los incondicionales, no con los competentes, con los que convenga y coincidan en la ambición por el poder a toda costa. No a las convicciones o identidad ideológica, sí a la unidad convenenciera que es tierra fértil para la traición, sí al desenfreno y la sinrazón, y al diablo las instituciones, ¡qué panorama! Diacrítico: Con la dosis de poder que le ha dado ser dueño de Morena, ya tuvo suficiente, ya lo perdimos. Antes de pisar su mentado rancho el 2 de julio, debiera darse una vueltita de larga estancia por el San Rafael. Ya cantó el gallo, despierten, el peligro anda suelto y está pidiendo a gritos que lo atiendan.