Deplorables

En Estados Unidos y México hay enormes segmentos de la población que votan más por resentimientos que para promover el bien común. La experiencia muestra que esto no se combate por medio de la negación, sino por medio de las contrapropuesta. El ciclo siempre es el mismo. Una era de cambios arroja masas de personas que no logran adaptarse a los incentivos del nuevo orden social. Por medio de revolución o por medio del voto, logran llevar al poder a un justiciero que está dispuesto a sacrificar el país para reivindicar a los que se sienten víctimas. Estos comúnmente identifican grupos étnicos o raciales a quienes les echan la culpa (judíos en el caso de Alemania de los años 30, mexicanos en el caso de Estados Unidos hoy) y siempre el régimen acaba en tragedia. Sucedió en varias ocasiones durante la caída del Imperio Romano, en el tránsito de la Alemania de la era Weimar a la era Nazi, y en las últimas elecciones federales en 2016. Al final de su segundo cuatrienio, en 1796, el presidente George Washington señaló que le preocupaban más las divisiones internas de su país que las amenazas externas. Vaticinó que la República moriría por la colusión de facciones internas aliadas con enemigos del Estado y no por un ataque de lo que nuestro himno llama un extraño enemigo. La candidata demócrata en las elecciones pasadas les llamó “deplorables” a estas personas que siembran la discordia por medio del odio. Se refería a aquellos votantes que se sentían atraídos a lo grotesco y grosero de su contrincante porque él canalizaba sus prejuicios y sus odios. Para ella, eran despreciables por su racismo y su rechazo hacia los valores que sustentan (¿sustentaban?) los Estados Unidos. En México existen muchos grupos que actúan en contra del bien común en aras de reivindicarse. Pero la naturaleza de estos “deplorables” es diferente a aquellos en Estados Unidos. Allá permea un sentido de superioridad racial que se ve traicionado por los que privilegian a los “otros” a costa de los blancos. Acá, se trata de grupos que extorsionan a la sociedad por prebendas económicas. Va desde el extremo de lo transaccional, en el crimen organizado, hasta la búsqueda de una justicia malentendida, partiendo de doctrinas trasnochadas como el marxismo o el anarquismo. ¿Qué hacer con los “deplorables”? Proponer. Ni en el caso del Brexit, ni en el caso de las elecciones americanas de 2016 fue suficiente plantear el no ir por la vía de la destrucción y el odio. Se necesita una propuesta articulada e inteligente, pero contundente y fácil de entender. El último ejemplo que tuvo México de una propuesta contundente y fácil de entender (aunque no muy articulada), fue en el 2000 con la idea del cambio de Vicente Fox. En este 2018 seguimos pendientes de una propuesta que logre canalizar el espíritu destructivo de los “deplorables” hacia algo que sea productivo y alentador.   Por Agustín Barrios Gómez