Es falso que Andrés Manuel López Obrador tenga 12 años en campaña. Lleva más del doble: Este año cumple tres décadas de hacer política electoral desde que, en 1988, inició su activismo partidario en el trópico. Pero en este lapso ha enfrentado también, como ahora, una implacable contracampaña.
En sus inicios en Tabasco como candidato a gobernador del Frente Democrático Nacional (FDN), que encabezó Cuauhtémoc Cárdenas, López Obrador era demonizado en un estado donde todo lo controlaba el PRI-gobierno. “Comunista”, “rojo”, “agitador”, le llamaban.
En el apogeo del salinismo, ascendió Roberto Madrazo, quien aplastó a López Obrador en la elección de 1994 con un despilfarro de 241 millones de pesos, equivalente a 72 millones de dólares, como comprobó la Procuraduría General de la República (PGR) del panista Antonio Lozano Gracia.
“Irracional”, “violento”, “loco”, decían del entonces perredista que, a su vez, acusaba a Madrazo y a sus apoyadores de ser traficantes de influencias vinculados a Carlos Salinas y Carlos Hank González, como era cierto.
“Son contratistas, políticos corruptos, empresarios vinculados al presupuesto, acostumbrados a vivir a costillas del erario y quieren seguir manteniendo a Tabasco en la pobreza y la marginación”, me dijo, el viernes 20 de enero de 1995, tras el violento desalojo de perredistas de la Plaza de Armas de Villahermosa para que Madrazo asumiera la gubernatura.
Ese ha sido, siempre, la bandera de López Obrador: La anticorrupción.
“Es la industria de la reclamación”, decía Arturo Núñez, hace dos décadas, de las protestas de López Obrador hasta que, liquidado por el PRI, le pidió apoyo para ser gobernador de Tabasco sólo para, al serlo, romper con él.
Justamente con la bandera de la anticorrupción, que pese a la alternancia nadie le ha arrebatado, llega López Obrador a su tercer intento por ser presidente de México. Es tanto el hartazgo social por el saqueo, que hasta Ricardo Anaya y José Antonio Meade han hecho de este cáncer epicentro de su discurso.
Ganará la elección, en buena medida, quien tenga más credibilidad para enfrentar el saqueo del patrimonio nacional que, en el caso de López Obrador, ha concitado hasta burla por los términos en que lo reiteró: “Con terquedad, con necedad, con perseverancia, rayando en la locura, de manera obcecada, voy a acabar con la corrupción”.
Igual que en 2006, López Obrador termina el periodo de las precampañas como puntero --con dos dígitos de ventaja--, a diferencia de 2012, que inició en tercero, pero en esta elección tiene mayores posibilidades por el fiasco de las alternancias y la furia social por la corrupción.
Muy pronto, quizá antes de que en abril inicien las campañas, se sabrá si los tratos con testaferros de Elba Esther Gordillo, con el cacique sindical Napoleón Gómez Urrutia, con el expresidente del PAN Germán Martínez Cázares y políticos como Miguel Barbosa y Víctor Hugo Romo son benéficas para su proyecto o son errores que lo llevarán a una tercera derrota tras una campaña de tres décadas…