¿El fin de la hipocresía migratoria?

Pronto se definirá si Donald Trump tiene el valor de reconocer que su país necesita a los mexicanos o se ceñirá a las políticas de sus antecesores que dejaron el asunto de la migración indocumentada a la ley de la oferta y la demanda, donde los empleadores hacen lo que quieren. La soga se la echó al cuello desde hace unos días, cuando envió a sus agentes del Servicio de Inmigración y Aduanas (ICE) a 98 tiendas de la cadena Seven Eleven para perseguir indocumentados e intimidar a los empresarios que los contratan. La migra empujó puertas, arrancó auditorias, solicitó nóminas, husmeó las tarjetas de seguro social y acorraló con sus interrogatorios a los gerentes para saldar finalmente con la detención de 21 sospechosos de contratar o ser indocumentado. La cifra de detenciones es ridícula, dados los escándalos que generaron las redadas, aunque significativa, si se considera una acción de intimidación real a los patrones y, de cualquier modo, un tiro por la culata. En los años 90, después de una ardua persecución a los “imanes’’ de la migración sin papeles, como llamaron a los contratadores en Nebraska, los representantes de éstos ante el Congreso pusieron el grito en el cielo hasta lograr frenarlas y hacer evidente el autoflagelo de las redadas. Las razones expuestas fueron exactamente las mismas que vendrán si Trump aprieta la tuerca y sigue con la política antiinmigrante en los centros de trabajo: no hay suficiente mano de obra documentada, aunque Trump afirme lo contrario. El año pasado el magnate alertó sobre el desempleo de los estadounidenses y cifró el problema en 94 millones, pero inmediatamente fue corregido por los medios de comunicación, que matizaron el dato. De esos millones, 44 son jubilados, 15 discapacitados, 15 en formación universitaria y laboral, 13 cuidadores de familiares y el resto (alrededor de seis) simplemente no quiere trabajar porque hay sectores como el campo al que la mayoría de los estadounidense le saca la vuelta, aunque tengan salarios de profesionales, razones por las que algunos granjeros de California manifiestan su intensión. Así se explica que tan sólo en el año fiscal 2016-2017 el Departamento del Trabajo autorizó casi 850 mil visas H2A y H2B para trabajadores de bajo nivel que representaron el doble del periodo anterior, de las cuales, una de cada 10 fueron para un mexicano. El potencial para el trabajo temporal es mucho mayor tanto en oferta como en demanda, según demuestra el número de indocumentados, pero los interesados en este tipo de migración se dan de bruces frente a un sistema de visas en el que tanto el estado mexicano como el estadounidense dejaron el proceso de búsqueda de trabadores en manos de particulares, que muchas veces defraudan a la gente. Corregir este sistema implicaría una fuerza de voluntad de EU para negociar y lograr un acuerdo digno y vigilado, similar al que existe con Canadá, algo que Trump no estaría dispuesto a hacer, porque él no es nadie en materia electoral sin sus enemigos favoritos: México y la migración.