Así lo leía de Pepe Iturriaga, quien luego personalmente me lo contó. Además de conocer el jitomate, el chocolate y las escenas a corazón abierto de cuando las carabelas españolas llegaron a nuestras tierras y conocieron la fiesta de los tlaloques, celebración al dios de la lluvia, Tláloc, que tenía lugar al inicio del ciclo agrícola, la fiesta, coincidía con el 2 de febrero. Sí, el populachero y calórico Día de la Candelaria, que conmemora la purificación de la Virgen María y la presentación del Niño Jesús en Jerusalén.
Y nos encanta el borlote, y nos encantan los tamales. Y sí, como me contaba Pepe, historiador al que admiro, quien encuentra el muñequito que simboliza al Niño Dios, es al que le toca preparar y ofrecer los tamales el 2 de febrero.
Las ideas sobran. La viabilidad de tener los mejores tamales existe, y el entusiasmo de los comensales sin duda reina ¿Hacemos los tamales?, ¿los compramos hechos?, ¿costeños, de dulce, chicos o nacatamales?
Los he probado de iguana, de mole, enormes, en hoja de plátano, en hoja de maíz, “tamales tontos” (sin relleno) de Sinaloa o los más deliciosos, tamales de elote -mis favoritos-.
Nuestro país ofrece diría yo que un millar, quizá, de variedades de tamales. Cada estado, cada pueblo, cada región tiene sus propias versiones, envolturas distintas. Me gustan las corundas y los uchepos en Michoacán, el zacahuil, los nacatamales -no tanto-, los chanchamitos, los que llaman canarios y los dulces, con canela, de colores y aromas de especias distintas.
Esta vez me iré por ambas vías. En casa preparamos los mejores tamales de camarón seco, con un adobo suficientemente picante y de forma redonda, en hoja de maíz. Tengo los recuerdos más viejos de mi infancia ayudando a Rosa a hacerlos. Los que me han seducido últimamente los preparó tremenda cocinera de la colonia Roma en la Ciudad de México y son uchepos de una elegancia increíble. No faltarán en la mesa los de mi puesto favorito en el mercado de Coyoacán, sobre la entrada de la calle de Xicoténcatl.
Comparto la vida con un hombre que, aunque es del norte del país -en Mexicali no son mucho de tamales-, son de familia cliente de La Flor de Lis. Llevan desde 1926 elaborando tamales y la verdad es que lo hacen muy bien.
Que sea un 2 de febrero lleno de buenos rellenos, un día de comer en México muchísimos tamales, que, quizá como ninguna otra preparación, le sobra calidad y sabrosura.
POR VALENTINA ORTIZ MONASTERIO