La faena de la campaña la realizó José Tomás con el toro Brigadista, de la ganadería de Jaral de Peñas, el martes 12 de diciembre. Toro y torero auténticos, en una pieza de extraordinaria valía. El toreo tomasista, puro, reunido, sin concesiones, provocó una emoción única en los miles de aficionados que llenaron los tendidos numerados del coso metropolitano. Tomás se fue feliz de reconquistar al público de La México.
Joselito Adame dio la cara con pundonor y soportó sin chistar la inexplicable hostilidad de un sector del público.
Su hermano, el chamacoLuis David, alcanzó pasajes relevantes en cada una de sus visitas al embudo. Fabián Barba estuvo valentísimo con un toro de Rancho Seco, y Jerónimo alegró los corazones con su toreo de expresión y sentimiento.
El veterano Enrique Ponce dejó la impronta de su estética, y José Garrido gustó con su propuesta clásica.
En un serial, donde el tlaxcalteca Sergio Flores confirmó el por qué ocupa un lugar preponderante y Juan Pablo Sánchez maravilló con su pulso, dos toreros que aparecieron en la segunda parte dejaron constancia de su madurez: Diego Silveti y Arturo Macías.
Silveti realizó una faena centrada y medida con un toro de La Joya, mientras que Macías tuvo su comparecencia de mayor poso en México con dos de Las Huertas, para conquistar su novena salida a hombros del coso titular del continente americano.
Arturo, que hace unos años estaba llamado a ser la nueva figura del toreo mexicano y que incluso rivalizó de manera sensacional con los extranjeros de más peso, ahora aparecía en la última corrida de la temporada, con poco público y menos reflectores. Pero eso no mermó su ánimo para dar un toque de atención que lo reposiciona como un diestro que sabe hacer el toreo bueno, el que deja huella.
En el renglón ganadero, después del petardo de la elección del ganado para el mano a mano que sostuvieron El Juli y Sergio Flores, no tardó en llegar la reivindicación de la bravura con Copo de Nieve, de Reyes Huerta, un toro bajo y compacto, así de ancho, una “mesa” cuyas hechuras “cantaban” que iba a embestir.
Y sí que lo hizo el cárdeno, que se arrancaba de tercio a tercio con alegría. El toro del presidente de los ganaderos poseyó bravura, prontitud, acometividad y codicia. Era un deleite ver y narrar aquel espectáculo. El caballista alicantino Andy Cartagena aprovechó sus soberbias cualidades, dentro de una faena que implicaba la dificultad de canalizar con arte la pujanza de un toro exigente, por su bravura.
El juez Enrique Braun, que aceptó su error de aprobar los “teófilos” de la sonada controversia, esta vez estuvo perfecto en todas sus decisiones: el arrastre lento para el primero de rejones, de Reyes Huerta también; la concesión de las orejas para Macías y el indulto del gran astado que se jugó en cuarto lugar.
José María Huerta se llevó a Copo de Nieve a padrear. Huerta nunca ha sido un traidor de la bravura. Al contrario, la ha fomentado como sostén de su ganadería.